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Voto de Antonio Morales:
7
Drama La vida de Sebastián, un gitano de veintiocho años, cambia radicalmente cuando mata a un hombre. A partir de ese momento, debe huir, conocer el infierno de la soledad y el rechazo de los suyos. (FILMAFFINITY)
18 de mayo de 2016
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Mario Camus, en una entrevista a la que he tenido acceso: “Me gustó mucho hacer esta película, porque tiene un mundo que yo me sentí capaz de poner en pie y por una razón sentimental profunda, que yo quería mucho a Aldecoa”. Camus se sentía orgulloso de la amistad con el escritor del que adapta su novela homónima publicada en 1956, y del que adaptó otros relatos porque además era partícipe de su mundo. La obra narrativa de Aldecoa se inscribe dentro de la corriente neorrealista iniciada en España en la década de los cincuenta, y describe el mundo de los desfavorecidos y desamparados. “Con el viento solano” es la metáfora de un pesimismo realista de un hombre atrapado por sus errores y el destino, el título sacado de la Biblia, hace alusión a ese viento capaz de extraer los instintos agresivos, las pasiones más bajas, unido al mal vino que ahoga las amarguras. Ese viento que ya sopla desde los títulos de crédito que abren esta fatalista historia.

La trama describe el clima social de los gitanos, malviviendo en la marginación de asentamientos insalubres, un pueblo abandonado a su suerte, marginado cuando no perseguido, una etnia que ha vagado por toda Europa sin tierra ni patria. Que tiene su expresión cultural claramente reflejada en la película, el flamenco como expresión oral y el baile como expresión corporal que muestran su fuerte carácter y orgullo de raza. Cultura ilustrada con dos canciones populares como “A tu vera” y “El toro y la luna”. Sebastián Vázquez es un gitano perezoso para el trabajo y débil con el alcohol, orgulloso y atractivo para las mujeres, sufriendo en soledad el desamparo, cuando pide ayuda a los suyos, tras un altercado con la guardia civil estando ebrio. Se verá acorralado por el destino y despreciado por su raza, que le recuerdan viejas rencillas familiares en la figura de su tío (Antonio Ferrandis) hermano de su Madre viuda, desplazada por el hambre y la miseria con sus hijos (una magistral Imperio Argentina con sólo 5 minutos de actuación).

Una huida física y a la vez moral de un gitano, al que sigue su desconsolada novia Lupe (María José Alfonso), encarnado excelentemente por Antonio Gades, que crea un personaje conmovedor con su físico peculiar y su gestualidad, seca, áspera y en el fondo… un hombre ingenuo que debe aceptar su culpa, su compañero de fonda, un viejo expresidiario lo afirma: conozco a los asesinos, y tú no lo eres”. Camus se preocupa de mostrarnos la fisicidad del paisaje rural con sus campos amarillos de trigo y sus llanuras de olivos bajo un sol castigador, sus pueblos blancos con sus ferias de ganado, sin olvidarse de la gran urbe que acoge al perseguido, intentando ocultarse en fonduchas y mesones del Madrid más pobre y sórdido. El joven cineasta Mario Camus nos muestra su sobriedad narrando dramas sin blandos sentimentalismos ni falsos trucos para ganarse el favor del público, lo filma con naturalidad sincera y fiel al espíritu de la novela. Maestro en la adaptación literaria, más tarde llegarían sus triunfos con films como “La colmena” de Cela y “Los santos inocentes” de Miguel Delibes.
Antonio Morales
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