Resulta paradójico que la industria del cine español, no explotase la enorme riqueza cultural e histórica que supuso la época de la invasión napoleónica en España y el nacimiento de los bandoleros en tierras andaluzas, rebeldes que se sublevaron contra las injusticias, que tuvieron en jaque a las fuerzas napoleónicas y a los terratenientes y nobles de la zona. Las escarpadas montañas y los estrechos desfiladeros de Sierra Morena eran refugio y territorio propicio para sus hazañas y leyendas contra el poder establecido, gozando de la simpatía y apoyo del pueblo llano. ¿Porqué no se profundizo en éste tipo de cine?, como hicieron los americanos con el western, género genuino que supieron darle el tratamiento épico de leyenda que aquí no se le supo dar, un filón cinematográfico que dejamos perder, salvo contadas excepciones.

“La duquesa de Benamejí” es una buena prueba de ello, una buena película de acción y aventuras, un western a la española. Otra gran producción de CIFESA, la gran productora que en los años cuarenta y cincuenta, afable con el régimen político, realizó grandes producciones históricas y folclóricas sobre la idiosincrasia cultural española. Un reparto de lujo encabezado por dos de las estrellas del momento, que curiosamente finalizarían su carrera artística ambos en México, Jorge Mistral y Amparo Rivelles. Adaptación al cine que el director Luis Lucia hizo de la obra teatral escrita por los hermanos Machado en 1932.

La película que comienza en tono de comedia, va derivando hacia un profundo drama pasional aderezado por unas cuantas canciones flamencas. Entre asaltos a diligencias y escaramuzas con los soldados, narra la historia de amor entre una bella mujer de la nobleza y un famoso y audaz bandolero. La Rivelles encarnando a la duquesa y también a Rocío, la gitana celosa que luchará por retener a Lorenzo Gallardo, el bandolero que reparte doblones igual que sonrisas. Aunque la duquesa es pretendida por su primo el marqués de Peñaflores, un noble presuntuoso que detesta la insolencia del bandido Lorenzo. Es de alabar, el respeto y la admiración por parte del cineasta hacia esos jinetes irreductibles cabalgando, con su lejana silueta sobre el horizonte de la serranía. Sus costumbres, la camaradería y la lealtad, así como su código de honor y comportamiento. Estupenda película.