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Voto de Antonio Morales:
4
Comedia Alejandro Arellano es un joven compositor madrileño que, abrumado por un fracaso sentimental y artístico, decide marchar voluntario a la Guerra de Cuba. Allí traba amistad con Antonio, quien se convierte en su amigo inseparable. Cuando ambos conocen a Bambú, una indígena vendedora de frutas, la rivalidad amorosa no tarda en surgir entre ellos. (FILMAFFINITY)
13 de diciembre de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No seré yo el que dude de la categoría profesional de Sáenz de Heredia, independientemente de su ideología, pese a que este film me parezca fallido, pues si se consulta su filmografía tiene un puñado de títulos muy interesantes más allá de “Raza”. Esta película es delirante, pero por momentos atractiva, mezcla de comedia, musical, melodrama amoroso y aventura colonial. Todo para el lucimiento de Imperio Argentina que hace un papel de ¿nativa…? (Bambú) con voz de ángel (cuyo padre lidera una revolución contra las tropas españolas), pero con una vida miserable. La explotación a la que se ve sometida por parte de su padre se presenta con una crudeza poco habitual en el cine de la época. Sólo la llegada de dos soldados españoles a la Cuba de finales del siglo XIX (Luis Peña y Fernando Fernán-Gómez), van a propiciar la liberación momentánea de Bambú, pero también la lucha por conseguir su amor.

Tampoco están mal algunos números con canciones de la diva, y la siempre efectiva interpretación de Fernando Fernán-Gómez (Antonio) que contrasta con la más sobria de Luis Peña (Alejandro), un amargado músico que intenta olvidar su fracaso y mantiene la esperanza de acabar con su vida en la guerra. Y, desde luego, no hay que perderse a una jovencísima Sara Montiel. La actriz ya exhibía su característica personalidad y su interés por robar protagonismo al resto de actores en todos los planos donde aparece, sin importarle caer en la sobreactuación. Sarita no se conformaba con su rol de secundaria, había nacido para ser una estrella. Cine de evasión para tiempos oscuros y tristes como fueron los años cuarenta.

Lo mejor de la película, al margen de la extravagancia, es la excelente música de Ernesto Halffter, además de contar con los más significativos secundarios del cine español y la osadía de Sáenz de Heredia cuando, paradójicamente, se atreve a criticar a la aristocracia en una secuencia destacable: los nobles de las colonias echan unas monedas a los nativos para que les entretengan, mientras comentan de forma relajada que es como echar de comer a los perros. El racismo es tan natural que aumenta el tono de denuncia de la escena. Un film, a día de hoy, de escaso interés que juega al exotismo fácil y a la exaltación de los valores patrios.
Antonio Morales
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