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Voto de Antonio Morales:
6
Comedia Carlos, un viudo de cuarenta años, vive con su hija Lolita y con su hermana Merche. Es candidato a procurador en Cortes, por lo que viaja con frecuencia fuera de Madrid. Durante uno de esos viajes, se ve obligado a regresar a casa precipitadamente, porque su hermana le comunica que Lolita se ha marchado de casa para vivir con unas amigas. (FILMAFFINITY)
14 de julio de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normalmente la comedia suele tener como motor que da sentido a la trama, el equívoco. A partir de él, de su papel como mantenedor de la tensión de la anécdota, han sido muchos los cineastas capaces de expresarse presentando a unos personajes y ambientes llenos de coherencia. En esta ocasión, Drove lo consigue, sino de forma perfecta, al menos es interesante y sarcástica, ofreciéndonos una divertida comedia española coyuntural, dentro de una génesis social que es testigo de una época concreta, perteneciente a las postrimerías del franquismo. Una ácida crítica a unas costumbres sociales reconocibles pero no confesables, gracias a un hábil argumento co-escrito entre el productor Dibildos y el cineasta.

Es un proyecto, típico de productor, cine popular y rentable con denuncia social, que se denominó en aquellos años setenta: la tercera vía. La película funciona y es creíble con unos actores muy bien elegidos, desde ese maravilloso Arturo Fernandez como Carlos, un aspirante a político, un burgués hipócrita y reaccionario, preocupado por la huida de su hija Lolita (Amparo Muñoz) a casa de unas amigas, presuntamente modernas, que en realidad no lo son tanto. Lolita tiene un novio en principio, poco presentable ante su padre, Nicolai (un magistral Paco Agora) que va de jeta moderno, aficionado al western clásico, un gorrón que no da un palo al agua, cuando él mismo reconoce que es un pequeño burgués.

Una comedia de enredos amorosos que aborda, en cierto modo, la relación y el relevo generacional entre padre e hija, y una cierta apertura en las ideas políticas y filosóficas. A los espectadores jóvenes, les parecerá extraña y ridícula seguramente, pero para situarse ante el film, hay que asumir realidades históricas del momento. Una comedia que rechaza la hipocresía y rompe en cierta forma la línea de las comedias eróticas de entonces. El personaje de la rechoncha tía Merche que representa Laly Soldevila, es la prueba fehaciente de aquella realidad heredada.

La película me ha gustado porque, a pesar de ser en el fondo, bastante convencional, poco atrevida y algo miedosa en recta final, a lo largo del metraje tiene momentos muy divertidos, gracias a la puesta en escena y los excelentes actores, un poquito de destape, normal en la época, y con cuidado de no molestar excesivamente a la censura. Una comedia donde impera la impostura, de personajes que quieren aparentar lo que no son, todo ello desde una mirada irónica y a la vez tierna. Una pena que Antonio Drove no tuviera suerte con sus siguientes películas que no terminaron en una gran carrera.
Antonio Morales
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