En este corto, Švankmajer nos encierra en un espacio bidimensional para ponernos frente a una realidad que es, para muchos, insoportable: nuestro libre albedrío es tan limitado como el de las secuencias de un bucle (los hombres creen ser libres debido a que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que determinan éstas, dice Spinoza en su «Ética»). Las dos dimensiones enfatizan lo limitado de nuestras posibilidades (y, de paso, nos priva de barrotes que estrangular). Por su parte, la música, de caja musical, parece sugerir (además de lo limitado de nuestras posibilidades, por su condición plana, sencilla) que nuestra condena bien podría compararse con la de las bailarinas que las cajas encierran. Frente a esta realidad, no cabe recurso, no hay escapatoria: la dominación de la naturaleza no hace más que disimular (el bucle no se detiene ni al volar, ni al domar, ni al edificar) que no nos dominamos a nosotros mismos.