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España España · Pontevedra
Voto de The Quiet Man:
10
Serie de TV. Comedia Reginald Perrin es un cuarentón feliz. Lo tiene todo: un empleo como ejecutivo, una casa en un barrio residencial y un matrimonio casi perfecto. Pero aún así, siente que le falta algo y un día decide desaparecer sin dejar el menor rastro provocando con este hecho unos resultados tragicómicos que no nos dejarán indiferentes. (FILMAFFINITY)
6 de octubre de 2011
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay series de televisión que nos resultan nostálgicas porque nos retrotraen a la época de su visionado, sobre todo cuando han envejecido con dignidad; y hay otras, como en este caso, que poseen la añoranza de lo irrepetible. En primer lugar, porque durante la década de los 60 la sociedad occidental había asistido a una ruptura generacional sin precedentes (música, moda, drogas, amor libre, etc.); en segundo lugar, porque la BBC, que desde su inicio se fundamentó sobre los pilares “educar, informar, entretener”, era un referente vanguardista en la creación audiovisual, con la suficiente madurez ya en 1975 como para producir, con su singular toque “british”, esta obra maestra.

El insatisfecho y desencantado Reginald Perrin encarna el cuestionamiento del individuo ante la sociedad protectora, paternalista y alienante que le toca vivir. Dado el alto grado de burocratización y deshumanización alcanzado por la administración, el Estado de bienestar se empezó a percibir, antes que como una solución a las diferencias sociales, como un constreñimiento al desarrollo natural del individuo; ¡Qué tiempos!, hoy, irónicamente, asistimos, entre impotentes y perplejos, a su despedazamiento.

Pero dejando atrás las consideraciones políticas que rodean la serie, hay que decir que esta es magnífica, con un tratamiento visual muy sugestivo. Desde los créditos iniciales (donde la desnudez y el baño purificador en el mar del protagonista ya apuntan una sensibilidad poética), queda perfectamente evidenciada la falta de alicientes vitales, la rutina laboral (empresa), la monotonía conyugal (familia), el sinsentido del consumismo y el determinismo capitalista (sociedad), que atenazan y llevan a la frustración a Reginald Perrin hasta abocarlo a un fallido suicidio; todo ello narrado en un tono lírico y con un surrealismo contenido, que transforma el componente dramático y patético del protagonista en comicidad cotidiana. Si bien el final nos puede llevar a un cierto pesimismo, ya que Reginald Perrin parece estar condenado a una cíclica y permanente decepción (ni en la riqueza, ni en la pobreza), se puede deducir perfectamente que la felicidad reside en la lucha por los objetivos, en la carrera y no en la meta.

La serie está claramente supeditada al impresionante trabajo de Leonard Rossiter (su muerte sobre un escenario con 58 años incrementa su leyenda), imposible imaginar a otro Reginald Perrin; hay que señalar que compaginó el rodaje de esta serie con la última temporada de “ESTO SE HUNDE” (RISING DAMP) donde también realiza un trabajo memorable. El recuerdo a John Barron, dando vida al autoritario jefe, CJ, es obligado.
The Quiet Man
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