He de confesar que, al principio, y sin saber por qué, tuve ciertos recelos que casi me impiden ver el primer capítulo. Esperaba, tal vez por algún prejuicio inexplicable, encontrarme con una serie meliflua y sin rigor histórico y que, además, denotase una falta de medios y recursos económicos que la convirtiese en una especie de telenovela para un público poco exigente.
Nada más lejos de la realidad. Además de contarnos una historia de una forma fluida, ágil y despertando en todo momento el interés del espectador por la acción que se desarrolla en ella, los escenarios, la recreación de la mítica fortaleza judía y, en conjunto, de la Jerusalén del siglo I de nuestra era son dignas de todo elogio y consideración. En definitiva, una auténtica delicia que lejos de la escasez de medios y la falta de gracia de la que hacen alarde otras produciones históricas, como nuestro Carlos rey emperador, me ha devuelto la ilusión por el género de la novela histórica.