Scorsese utiliza como excusa la vida de un personaje real, Jordan Belfort, para realizar una crítica brutal al corazón financiero americano y a los valores (más bien a la inexistencia de estos) sobre los que se basa el capitalismo y nuestra sociedad actual. Estos lobos, o corderos convertidos en lobos por el sistema, sólo se rinden ante un Dios, un dios de color verde: el dinero.

Claramente relacionada con la anterior filmografía del director italoamericano, pretende realizar el mismo proceso que "Gangs of New York" mostraba con los orígenes de la ciudad de Nueva York a manos de latones, asesinos y personajes corruptos en todos los sentidos posibles.

Sin embargo, sigue el camino inverso al escogido por Coppola en el mítico film "El Padrino", Éste focalizaba en un colectivo que la sociedad manquea situaba del lasco de "los malos" y nos mostraba que eran violentos si, pero que se regían por un código de honor y que éste era el motor que gobernaba sus relaciones. Scorsese plantea justo o contrario en "El Lobo de Wall Street": centra su atención en un colectivo de un elevado estatus social y hace patente la degradación moral y física que se encuentra en su interior.

Mención especial merece el que ya puede ser considerado como uno de los mejores actores del siglo XXI: Leonardo Di Caprio, quien realiza una interpretación sublime y que consigue alcanzar el exceso que necesita este personaje, sin llegar a aburrir al espectador y manteniéndole con la mirada fija en la pantalla durante todo el film.

También el montaje y la banda sonora caben ser destacados por el relieve que dan a la sucesión de anécdotas en las que consiste la película. Ese es, quizás, el único fallo que se le puede achacar a la cinta: una excesiva redundancia en un metraje que podía verse reducido sin afectar en absoluto a su mensaje.