La ley frente al amor convertido en única ley, el castigo frente al perdón, la bondad como única fuente de bondad, siempre que seamos capaces de aceptarla, la unión de los débiles que se convierte en la mayor fortaleza.

Cinco grandes personajes que forman parte de todo ser humano:
- El policía cuya única meta en la vida es vigilar que se cumpla la ley, sin plantearse si aquella es justa o no, simplemente porque es la ley.
-El anhelo de otra realidad de aquellos que no tuvieron suerte en la vida, y la aceptación de que a pesar de no cumplirse lo anhelado, podemos ser felices con la realidad.
- La lucha por sobrevivir y por amor hacia alguien, que nos arrastra hacia un infierno tras un dorado sueño veraniego.
- La luz, la belleza y la dulzura que sin hacer nada, todo lo tocan.
- El pecador arrepentido, cuyo pecado será siempre menor que el de aquellos que crean no haber pecado jamás, siempre que otorgue su vida al bien.

Y, por encima de todos ellos, Dios, que deja de ser ley y se disuelve en amor por la humanidad, en amor por todos aquellos a los que llamamos Miserables.

Hasta aquí la obra maestra de Víctor Hugo.

Después, el mejor musical y a la vez el más alejado del género que se pueda ver. Con una novedosa forma de rodaje en la que los actores cantan en directo en cada toma. Con unos movimientos de cámara que pretenden elevarnos para verlo todo desde las alturas divinas, y que pueden marear, pero es que la vida marea. Con unos actores exquisitos en sus papeles (increíblemente creíbles las actuaciones de Anne Hathaway, como el pequeño pajarito herido Fantine; y de Hugh Jackman, como ese fuerte, honesto y bondadoso pecador que es Jean Valjean). Tiene todos los ingredientes para pasar a la Historia del Cine en mayúsculas.