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España España · Alcalá de Henares
Voto de cinefilico:
1
Drama Alex, un niño de ocho años que parece sentir una fascinación morbosa por las imágenes de carácter violento, tiene serios problemas de comunicación no sólo con sus padres, sino también con sus compañeros de escuela. Su vía de escape es la invención de dos amigos imaginarios. (FILMAFFINITY)
25 de octubre de 2011
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
I Wan to Be a Soldier no es una película. Nunca en la vida recomendaría el visionado de algo así, pero si alguien lee esto y aun así decide verla, que sepa que se va a encontrar con un panfleto adoctrinador propio de un dictador en horas bajas.

Me pregunto en qué estaba pensando Christian Molina (aquel que dirigió la notable Diario de una ninfómana) cuando decidió realizar semejante basura sin pies ni cabeza. No hay nada, (bueno, tal vez, la actuación del muchacho) mínimamente salvable en este atropello a la razón, a la lógica y al pensamiento crítico del espectador.

Molina parte de una gran premisa: la de la influencia en los niños que tienen los medios de comunicación y hasta que punto llegan a insensibilizarse cuando ven violencia. La idea es buena, pero el desarrollo es lamentable. Molina debe pensar que al iluso que vaya a ver su película también le han lavado el cerebro los medios, porque el maltrato psicológico al que es expuesto el espectador cruza la línea de lo lamentable. No contento con esto, el director intenta ayudarle con otro lavado de cerebro, con centrifugado incluido.

Y es que no hay nada mínimamente creíble dentro de la película. Una familia, con sus problemas, pero que para nada es disfuncional, por mucho que se empeñe el director en hacernos creer que sí, nunca permitiría que un niño, por muchas ganas que tenga de ser soldado, decorara sus habitación con banderas y pósteres de una ideología tan radical y que tanto mal causo al mundo.

Por otro lado, cuesta creer que un niño de 10 años (diez años, por el amor de Dios, si todavía hablásemos de un adolescente...) lo único que le interese de la televisión es ver guerras y documentales de animales cazando con el único objetivo de ver sangre, o que les hable a sus padres de esa manera y ellos se queden impasibles, o que los profesores no sean conscientes, e incluso alaben en alguna ocasión el comportamiento de este muchacho.

Pero a Molina no le basta con el adoctrinamiento implícito. Tiene que aparecer un psicólogo para metérselo en vena al espectador que aún no se haya enterado cual es el objetivo del film, si es que queda alguno. El psicólogo, que lejos de ayudar a los padres y buscar soluciones, se decanta por fomentar el pánico de la madre, el pasotismo del padre, y en el único momento que le vemos con el niño problemático, por realizarle una terapia de choque que a todas luces es inservible.

La película llega a un final más que evidente casi desde el primer minuto, pero cuando uno piensa que no hay manera de caer más bajo, aparece entre los títulos de créditos un discurso de Danny Glover que termina por rematar la faena y hundiendo a la película en la más absoluta de las miserias.

Un 0 como una catedral.
cinefilico
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