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Voto de Vivoleyendo:
8
Drama. Romance Una mujer burguesa está casada con un hombre respetable y además, tiene un amante español que es jugador de polo. Sin embargo, su vida le parece tediosa. Un día, volviendo desde París a su casa de campo, se le estropea el coche, pero consigue llegar a su casa gracias a la ayuda de un joven. Este breve encuentro la hará recapacitar y plantearse la posibilidad de comenzar una nueva vida. (FILMAFFINITY)
12 de mayo de 2010
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí, Louis Malle no amasó un drama sobre la infelicidad conyugal y el adulterio en el que suele derivar. Que sí, que hay de eso, al principio. Pero después se zambulle en una fantasía romántica que reúne en su bucólica, panteísta y hedonista representación los sueños más delirantes de quienes palpitan, allá en lo profundo del ser, por tener la tremenda suerte de abrazar el amor absoluto. Sin ayer ni mañana, sin nombres, ni lastres, sin cargas, ni preocupaciones. Sin la ingrata monotonía que cae sobre los compromisos adquiridos ante el resto del mundo. Sin relojes, ni horarios, ni una casa venerable que proclama un estatus, ni armarios llenos de la misma ropa de siempre, que esposan las muñecas a la rutina de lo establecido, del rol exhibido ante los que comparten los días más por la obligación de la costumbre y de la imposición, que por gusto.
Malle oferta al espectador una tentadora evasión, una huida irresistible para perseguir la esencia del latido del corazón. Escapar desnudos en la noche, cuando las sombras cubren las desdichas del día y la aterciopelada tersura de la oscuridad esboza un guiño travieso, condescendiente, cómplice. Disolverse en la penumbra, en esas horas inciertas y detenidas en las que espíritu, carne, naturaleza y Dios se confunden en uno, sin distinciones. Somos uno con el orbe del planeta y del firmamento que giran, por fin, en armonía, al unísono, sonriendo a las pulsaciones acompasadas en los pechos de los amantes.
Ya se olvidó dónde empezaba yo y dónde terminabas tú, olvidamos la capa superficial de nuestros nombres, y ahora éstos suenan como debieron de sonar al principio de los tiempos, cuando se forjó nuestro seno más ignoto antes de que hubiéramos nacido. "Tú" y "yo" dejan de ser palabras sueltas y cobran su significado verdadero, el que no diferencia entre almas ni cuerpos.
Mientras dure la noche… El cielo es nuestro.
Ojalá no amaneciera.
Vivoleyendo
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