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Drama
El duque de York se convirtió en rey de Inglaterra con el nombre de Jorge VI (1936-1952), tras la abdicación de su hermano mayor, Eduardo VIII. Su tartamudez, que constituía un gran inconveniente para el ejercicio de sus funciones, lo llevó a buscar la ayuda de Lionel Logue, un experto logopeda que intentó, empleando una serie de técnicas poco ortodoxas, eliminar este defecto en el habla del monarca. (FILMAFFINITY)
11 de febrero de 2011
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada cual tiene sus fobias ocultas. Hay quien tiene fobia a las alturas, a la oscuridad, a los espacios cerrados y reducidos, a volar en avión, a los perros, a las ratas, a las cucarachas, a las serpientes, a conducir vehículos motorizados, a las enfermedades mortales, a las muchedumbres, a hablar en público, a hacer el ridículo… Miedos desproporcionados, a menudo inconfesables, que son más frecuentes de lo que imaginamos.
Las fobias, según aventuran las hipótesis psicoanalíticas, tienen su origen en experiencias que han sido traumáticas para el individuo. O también puede ser suficiente con que se observe, en alguien sentimentalmente próximo, una reacción de pánico ante un estímulo o agente que le resulta amenazador. Las fobias se adquieren tanto por exposición directa a un peligro real o imaginario, como por asimilación de las conductas de las figuras con las que se mantiene un estrecho contacto.
Lo realmente malo llega cuando las fobias afectan al desarrollo de la vida normal. Unas se pueden paliar y disimular; otras no. En cuanto el individuo en cuestión es sometido a la situación desencadenante del temor irracional, los niveles de estrés se disparan y pueden llegar a bloquear la capacidad de respuesta mental y/o física, o incluso desencadenar agudas crisis de angustia.
Quien padece de estas disfunciones psicoemocionales, sufre una tortura constante cuando lo que más teme es algo con lo que no tiene más remedio que apencar cada día.
Por ello, para un rey debe de ser muy mortificante tener verdadero terror a hablar.
Jorge VI de Inglaterra lo tenía. Criado en las rígidas costumbres de la etiqueta real británica por un padre severo, algo hizo que la lengua se le trabara. Tal vez el sentirse empequeñecido, poca cosa ante la imponente efigie de un hombre al que probablemente veía más como rey que como padre.
La tartamudez es un problema mental en numerosos casos. El aparato fonador del afectado no suele presentar anomalías. Pero el obstáculo se halla en pasar del pensamiento a su articulación oral. Una inseguridad aplastante tira por los suelos la autoestima y origina que uno no confíe en su propia valía. De modo que las palabras se atascan en la boca, no queriendo salir porque uno no se valora y cree que va a decir algo estúpido de lo que los demás se van a burlar.
Las fobias, según aventuran las hipótesis psicoanalíticas, tienen su origen en experiencias que han sido traumáticas para el individuo. O también puede ser suficiente con que se observe, en alguien sentimentalmente próximo, una reacción de pánico ante un estímulo o agente que le resulta amenazador. Las fobias se adquieren tanto por exposición directa a un peligro real o imaginario, como por asimilación de las conductas de las figuras con las que se mantiene un estrecho contacto.
Lo realmente malo llega cuando las fobias afectan al desarrollo de la vida normal. Unas se pueden paliar y disimular; otras no. En cuanto el individuo en cuestión es sometido a la situación desencadenante del temor irracional, los niveles de estrés se disparan y pueden llegar a bloquear la capacidad de respuesta mental y/o física, o incluso desencadenar agudas crisis de angustia.
Quien padece de estas disfunciones psicoemocionales, sufre una tortura constante cuando lo que más teme es algo con lo que no tiene más remedio que apencar cada día.
Por ello, para un rey debe de ser muy mortificante tener verdadero terror a hablar.
Jorge VI de Inglaterra lo tenía. Criado en las rígidas costumbres de la etiqueta real británica por un padre severo, algo hizo que la lengua se le trabara. Tal vez el sentirse empequeñecido, poca cosa ante la imponente efigie de un hombre al que probablemente veía más como rey que como padre.
La tartamudez es un problema mental en numerosos casos. El aparato fonador del afectado no suele presentar anomalías. Pero el obstáculo se halla en pasar del pensamiento a su articulación oral. Una inseguridad aplastante tira por los suelos la autoestima y origina que uno no confíe en su propia valía. De modo que las palabras se atascan en la boca, no queriendo salir porque uno no se valora y cree que va a decir algo estúpido de lo que los demás se van a burlar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El rey Jorge VI, “Bertie” en su círculo íntimo, casi patológicamente tímido en público, no se veía ocupando una dignidad que él estaba convencido de que le venía muy grande. Su padre Jorge V estaba dotado con una dicción y una oratoria que eran como una segunda piel en el monarca. El amedrentador ejemplo paterno, estoy más que segura, contribuyó a segar de raíz la autoconfianza de su vástago.
Pero todavía podía respirar relativamente tranquilo. Su hermano mayor Eduardo era el sucesor al trono.
Hasta que éste decidió abdicar por amor a una mujer.
Y Bertie recibió súbitamente la corona y no sabía qué hacer con ella. ¿Cómo podía reinar un hombre que no podía decir dos palabras seguidas fuera de su ambiente familiar y fraternal?
Tuvo que pedir ayuda. Y dio con un singular logopeda que comprendía lo más esencial: que para curar una lengua trabada, hay que escarbar en las entrañas, en la autoestima, en los sentimientos, en los recuerdos. Transmitir serenidad, desahogo, liberación del temperamento reprimido, pautas, trucos, cadencias y ritmos a los que agarrarse cuando el bloqueo hace su aparición.
La terapia es sobre todo la sanación del espíritu lastimado, porque de ahí surgen casi todos los males. Y el afecto es uno de los mejores remedios.
Jorge VI, Bertie en la intimidad, tuvo que aprender a luchar contra un enemigo poderoso, su baja estima personal, para estar al frente de Gran Bretaña en una de las épocas más duras de la Historia, la Segunda Guerra Mundial, y mantenerse firme ante un enemigo terrible, Hitler.
Y fue un plebeyo, Lionel Longue, de dudosas credenciales pero con gran sagacidad y experiencia de campo con personas traumatizadas, quien se convirtió en uno de los principales apoyos de un soberano al que tocaron unos tiempos lúgubres.
Hermosa historia de amistad y superación, amena, hasta divertida, y comedidamente pero intensamente emotiva.
Los reyes son personas como cualquiera. Y también, como cualquiera, buscan una mano confortable que los haga sentirse como en casa y tener fe en su voz interior.
Pero todavía podía respirar relativamente tranquilo. Su hermano mayor Eduardo era el sucesor al trono.
Hasta que éste decidió abdicar por amor a una mujer.
Y Bertie recibió súbitamente la corona y no sabía qué hacer con ella. ¿Cómo podía reinar un hombre que no podía decir dos palabras seguidas fuera de su ambiente familiar y fraternal?
Tuvo que pedir ayuda. Y dio con un singular logopeda que comprendía lo más esencial: que para curar una lengua trabada, hay que escarbar en las entrañas, en la autoestima, en los sentimientos, en los recuerdos. Transmitir serenidad, desahogo, liberación del temperamento reprimido, pautas, trucos, cadencias y ritmos a los que agarrarse cuando el bloqueo hace su aparición.
La terapia es sobre todo la sanación del espíritu lastimado, porque de ahí surgen casi todos los males. Y el afecto es uno de los mejores remedios.
Jorge VI, Bertie en la intimidad, tuvo que aprender a luchar contra un enemigo poderoso, su baja estima personal, para estar al frente de Gran Bretaña en una de las épocas más duras de la Historia, la Segunda Guerra Mundial, y mantenerse firme ante un enemigo terrible, Hitler.
Y fue un plebeyo, Lionel Longue, de dudosas credenciales pero con gran sagacidad y experiencia de campo con personas traumatizadas, quien se convirtió en uno de los principales apoyos de un soberano al que tocaron unos tiempos lúgubres.
Hermosa historia de amistad y superación, amena, hasta divertida, y comedidamente pero intensamente emotiva.
Los reyes son personas como cualquiera. Y también, como cualquiera, buscan una mano confortable que los haga sentirse como en casa y tener fe en su voz interior.