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Voto de Vivoleyendo:
8
Drama. Romance Tres historias de amor y dolor: Sawako y Matsumoto eran una pareja feliz, pero las presiones de sus entrometidos padres les obligarán a tomar una decisión vital. Hiro es un anciano jefe de la yakuza (mafia japonesa). Treinta años antes, cuando era un pobre trabajador de una fábrica, abandonó a su amada novia para cumplir sus sueños de prosperidad. Ahora vuelve al parque donde ambos se encontraban. Haruna se pasa parte del tiempo mirando ... [+]
20 de mayo de 2008
98 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Kitano no le gusta tomar por los atajos corrientes. Va caminando despacio entre los árboles, pausadamente, sin plantearse a dónde quiere llegar, sin permitir que las presiones y aceleraciones de la vida actual alteren su ritmo parsimonioso.
A Kitano no le interesa la coherencia del relato, no le interesa la linealidad, ni la estructura narrativa habitual de presentación-nudo-desenlace.
Tampoco pretende ofrecer explicaciones ni porqués de las reacciones de sus personajes.
Sin complicaciones, sin estridencias, minimizando los diálogos para conceder un casi exclusivo protagonismo a la potencia visual, que es sobresaliente, Kitano filmó su peculiar análisis de las almas rotas.
Las almas humanas son tan frágiles... Cualquier soplo puede romperlas, y el director japonés se centra en ese instante en que se quiebran para siempre, para no volver a recomponerse.
Tan delicadas como esos muñecos del teatro de marionetas japonés, manejados por manos ajenas, esas almas quebradas se dejan arrastrar por la inercia de la corriente que las conduce, como si fuesen maderos inertes, hacia esas orillas olvidadas en las que embarrancan todas las cosas que carecen de voluntad propia para luchar contra la corriente o para dirigirse hacia una meta concreta.
Kitano introduce su cámara en esa orilla simbólica de las personas embarrancadas. Que en algún momento han entrado en una dimensión en la que el tiempo no existe, en la que el espacio no conoce límites ni coordenadas, en la que la vida corriente se deja atrás, el contacto con el exterior se abandona casi por completo, y se da paso al mundo interior, regido por las puras sensaciones, por los recuerdos más arraigados y por los sentimientos más viscerales. Con todo lo superficial hecho trizas, sólo queda la esencia del dolor, de la búsqueda de un refugio íntimo donde lo intolerable se haga llevadero. Cuando un corazón humano se lastima hasta extremos severos, tiende a buscar un lugar en el que se sienta seguro y protegido, y a menudo huye a algún reducto recóndito al que nadie más tiene acceso.
Kitano convierte la soledad, el dolor, el sufrimiento y la fragilidad humanas en hermosas imágenes donde una Naturaleza explosiva y exuberante despliega los más bellos colores que susurran en su especial lenguaje acerca de las propiedades curativas del mundo natural que nos rodea, de todos esos brotes de vida aún no adulterados por la mano del hombre y que resultan un consuelo para el espíritu.
El cineasta expone los traumas de cada uno con ojo sensible, compasivo e intimista, con esa mirada que sugiere un finísimo trozo papel que un soplo de viento estropea, un castillo de naipes que se viene abajo con el mínimo movimiento erróneo.
Porque tal vez no somos más que eso. Un castillo de naipes que a veces se mantiene en pie de puro milagro, amenazado por cualquier roce presto a derribarlo sin piedad.
Vivoleyendo
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