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Voto de Vivoleyendo:
8
Serie de TV. Intriga. Thriller Miniserie de TV (2010). 8 episodios. Adaptación de la famosa novela de Ken Follett. En la Edad Media, en una fascinante época de reyes, damas, caballeros, luchas feudales, castillos y ciudades amuralladas, el amor y la muerte se entrecruzan vibrantemente en este tapiz cuyo centro es la construcción de una catedral gótica. (FILMAFFINITY)
8 de noviembre de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visitado dos veces la catedral de León. No soy creyente, soy una típica urbanita del siglo veintiuno que ha escuchado, leído y observado lo bastante para hacerse a la idea de que todo es relativo, incluso el concepto de Dios. No he poseído jamás esa fe hacia misterios divinos que están lejos de mi alcance.
Pero puedo comprender, contemplando una maravilla como la catedral de León con estupor rayano en veneración, por qué hace siglos mucha gente poseía esa fe que no tengo yo.
No hay más que entrar en ese prodigio arquitectónico. Lo primero que envuelve al visitante es la calidad aterciopelada, casi sobrenatural, de una luz que parece renegar de este mundo prosaico para elevarse hacia unas alturas en las que los rayos del sol son más puros. Las espectaculares vidrieras, mimosamente conservadas, de los inmensos ventanales ojivales, son tan ricas en los juegos y combinaciones del color que la vista se queda prendida con placer. La hermosísima luz es un remanso de paz para el espíritu de los descreídos que, como yo, se dejan acunar por ella. Pude comprender como observadora directa por qué se la compara con la antesala del cielo. Por qué se teoriza acerca de la búsqueda, en la Baja Edad Media, de Dios a través de un espíritu que deseaba volar hacia las nubes, como un pájaro, enardecido por un resplandor celestial. Acabada la era románica y de las iglesias tenebrosas, se aspiraba cada vez más a rendir culto a Dios algo menos por el temor y más por cierto deleite de los sentidos, que equivale a un espíritu más complacido. Dios ya soltaba su aspecto extremadamente severo y punitivo, y se tornaba más compasivo e indulgente con las debilidades de sus criaturas. Los templos ya no inspiraban pavor y pesadez, sino ligereza. Se tendía a levantar muros, torres y pilares muy elevados y de apariencia grácil, y ventanales tan grandes como para iluminar todo el espacio interior con profusión. Los arcos ojivales, las bóvedas de crucería y los arbotantes fueron adquisiciones revolucionarias que dieron la impresión de que los miles y miles de toneladas de piedra de una catedral podían alzarse para tocar el profundo azul de arriba y estrechar la mano del Creador.
Y hoy día siguen ofreciendo esa impresión. Ha llovido incontables veces sobre ellas, la intemperie las ha atacado sin piedad, se han hundido imperios y han surgido nuevas civilizaciones a su alrededor, han visto cambiar el pensamiento y el modo de vida de la gente. Y hoy día, una agnóstica como yo entra en la catedral de León, o en otras también soberbias, y casi puede oír el susurro atemporal de las piedras y del vidrio, y volar hacia las claves de bóveda, o hacia la cúpula más alta, o hacia la galería del triforio, y notar un chispazo, un atisbo de la gloria que ese edificio conoció en sus mejores momentos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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