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Voto de Vivoleyendo:
9
6,8
349
Documental Diez años después de su muerte, este documental se adentra en la personalidad excepcional de Marlon Brando yuxtaponiendo todas las facetas de su carácter, a través de una serie de archivos y fragmentos seleccionados de sus apariciones más emblemáticas. (FILMAFFINITY)
21 de septiembre de 2014
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sabría decir si Brando ha sido el más grande actor estadounidense del siglo veinte. Es muy probable que así fuera. Que su película cumbre, "El padrino", haya resultado elegida por una mayoría como la mejor de la historia (opinión que no comparto en absoluto, sin que en ello suponga un menoscabo en mi admiración por el talento del actor), dice mucho del poder que ese hombre ejercía (y sigue ejerciendo tras su muerte) en el mundo cinematográfico.
Y lo más sorprendente es que Marlon daba la impresión de estar de vuelta de todo aquello. Y es que nunca supo realmente lo que quería ser pero se decantó por la actuación porque se dio cuenta de que era lo único que sabía hacer de verdad. De un modo instintivo, visceral, sensual, atormentado, peligroso, imprevisible, tal como él era, así que no le suponía demasiado esfuerzo. Carecía de disciplina, no se le daba bien memorizar textos y él mismo reconocía que su profesión no le apasionaba, incluso a veces le aburría. El rostro, el cuerpo y el don actoral, todos ellos los atributos que lo convirtieron en uno de los más laureados del celuloide de su tiempo, le abrían las puertas, pero a él la fama lo agobiaba, no le interesaba codearse con la flor y nata, ni siquiera estaba seguro de seguir dedicándose a algo que, salvo raras excepciones, no le llenaba. Mas la dicotomía del rebelde, la otra cara de su lado salvaje, era la de admitir que, como todo hijo de vecino, necesitaba el dinero, así que asumió con descaro que continuaba aceptando papeles por la pasta que le pagaban. Y como Brando era Brando, él ponía la mano y le plantaban en la palma millones de dólares aunque sólo saliese en una escena de diez minutos como mucho en toda la película. Supongo que en eso consistió su relación de amor-odio con el cine, sus ciclos inestables, sus idas y venidas de fiera que no tarda en sentirse enjaulada y tiene que volar, pero siempre acaba volviendo a la jaula cuando se le acaba el sustento, el tiempo justo para aprovisionarse y marcharse de nuevo. Culo de mal asiento cuya leyenda muchos matarían por alcanzar, tantos que sudan sangre y mendigan de cásting en cásting una oportunidad remota, y sin embargo el turbulento paleto de Nebraska al que lo único que parece interesarle realmente son las mujeres, llega y besa el santo como quien dice.
El hijo díscolo y mimado de Hollywood se metió en el bolsillo a medio mundo y le daba igual. Quizás en eso consistía una parte de su encanto. Nunca un amante es tan perseguido como cuando se hace de rogar y se muestra desdeñoso e indiferente. Y eso Marlon lo dominaba con una naturalidad desarmante.
Amante insaciable e inconstante, como lo era con todo, hoja sin destino ni rumbo, vivió como si no hubiera mañana, pero lo hubo, a su pesar, y vino a cobrarle sus deudas.
Ahora que me paro a reflexionar, me pregunto si el título de la extraña e inquietante película de David Lynch, "Mulholland Drive", lugar donde Brando residía cuando no se escapaba a Tahití, puede tener mucho que ver con el hecho de que él vivía en esa prestigiosa zona de Los Ángeles, y con la circunstancia de que el catalogado por muchos como el más excelso intérprete de su tiempo no dudara en verter una visión cínica y condenatoria del aplastante universo que rodea al cine. Que es ni más ni menos lo que hace Lynch en su película: desbaratar el mito del estrellato, de las enormes letras blancas que, en la archiconocida colina de la ciudad cinematográfica por excelencia, abanderan los sueños de millones de incautos.
Y que aún despreciando el mito, incluso abiertamente, no pueden evitar caer en las garras de su fascinación, de la atracción de su brillo, de su abundancia, de su exceso, y los rebeldes y renegados pródigos casi siempre regresan porque el sabor de ese veneno es rico y saciante a la manera vertiginosa en que lo es la farándula, una droga de efecto inmediato y potente que al día siguiente te deja tirado en una biliosa resaca.
De ese modo Marlon Brando vivió en su oscilación continua entre la fama y la evasión, entre el encanto y la amargura, de mujer a mujer y una docena de hijos a los que hizo lo mismo que su padre le había hecho, ser un extraño inalcanzable que nunca les ofrecería un hogar.
Entre la luz y la sombra, dio bandazos hacia los extremos y probablemente nunca se paró apenas, porque no estaba hecho para permanecer en ninguna parte.
Vivoleyendo
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