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Voto de Vivoleyendo:
10
Comedia Extenuado por el frenético ritmo de la cadena de montaje, un obrero metalúrgico acaba perdiendo la razón. Después de recuperarse en un hospital, sale y es encarcelado por participar en una manifestación en la que se encontraba por casualidad. En la cárcel, también sin pretenderlo, ayuda a controlar un motín, gracias a lo cual queda en libertad. Una vez fuera, reemprende la lucha por la supervivencia en compañía de una joven huérfana a ... [+]
7 de febrero de 2008
72 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
El genio Chaplin asestó, como de costumbre, un golpe certero y exhaustivo, en esta ocasión a las lacras que conlleva la civilización industrializada y capitalista.
En la que probablemente sea una de las mejores sátiras realizadas durante toda la era cinematográfica del siglo XX, Chaplin presentó al mundo los esquemas, ridiculizados hasta el extremo, de la era industrial actual.
Desde el punto de vista de su eterno Charlot, patoso y romántico incurable con bigotito, bombín, bastón, traje raído, zapatos de payaso y andares de pato, somos testigos de las continuas desventuras de este mítico personaje que, en esta ocasión, lleva a cabo una lucha titánica e inútil para tratar de adaptarse a una sociedad que va demasiado deprisa. Trabajos monótonos y estresantes en fábricas, como una pieza más del montón en la frenética cadena de montaje. Movimientos mecánicos y repetitivos hasta la náusea, el ritmo de trabajo medido y sincronizado hasta las milésimas de segundo, maquinarias complicadísimas cargadas de engranajes, palancas, botones y ruedas dentadas (sobresaliente ambientación, representando la invasión tecnológica, y geniales las escenas en las que Charlot y algún otro personaje se "pierden", tragados entre los múltiples elementos de las máquinas). Todo controlado, para que la cadena de montaje no se rompa y así los niveles de producción alcancen el máximo, venciendo a la competencia... Los trabajadores como simples autómatas, números anónimos. La escena de la "máquina de comer" que unos empresarios pretenden vender al director de la fábrica, pregonando sus virtudes en cuanto al ahorro de tiempo que supondría sistematizar incluso el almuerzo de los peones, y la prueba que realizan sobre el propio Charlot, es un deleite absoluto, un derroche de sarcasmo, humor negro e ingenio. Disfruté a tope contemplando esa parte; hacía tiempo que no me reía tanto viendo una película.
Por supuesto, el sensible y romántico Charlot no tarda en descubrir que no está hecho para los trabajos rutinarios, ni para el alocado ritmo de la ciudad enloquecida. Huelgas, manifestaciones políticas... El pobrecillo, a causa de malentendidos y torpezas, se ve envuelto inocentemente en líos y llega a dar con sus huesos en la cárcel...
Mientras tanto, una chica huérfana que vive prácticamente en las calles se topará con Charlot, y ambos, identificándose en su deshaucio mutuo, en su condición de marginales inadaptados y sumidos en la pobreza, continuarán juntos la batalla cotidiana para optar a un lugar digno en la sociedad.
Tremenda y mordaz, pero a la vez optimista, crítica a las múltiples dificultades que muchas personas encuentran para seguir el ritmo loco de la era industrializada y tecnológica y para optar a lo que todo el mundo tiene derecho: la dignidad personal e individual, la autorrealización, el bienestar. Aspectos tan básicos como el acceso a la vivienda, la difícil búsqueda de un trabajo que se acondicione mínimamente a las características personales...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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