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Voto de Vivoleyendo:
8
6,8
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Drama
Ésta es la historia de dos prostitutas: Caye, madrileña de casi treinta años y con un atractivo más bien barriobajero, y la exótica Zulema, inmigrante de la República Dominicana. Zulema es dulce y oscura, y vive día a día el exilio forzoso de la desesperación. Cuando se conocen casi llegan a enfrentarse: son muchas las chicas españolas que ven con recelo la llegada de inmigrantes a la prostitución. Caye y Zulema se hacen amigas cuando ... [+]
7 de marzo de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La protagonista se llama Caye, Cayetana, y su nombre abreviado hace un juego de palabras que va con su profesión, hacer la calle.
Un juego de palabras al son de las melodías urbanas del grupo Manu Chao, que dedicó esa canción a todas las Cayes, todas las que exhiben y venden su cuerpo pateándose el asfalto a sol y a luna.
Una de las profesiones más antiguas e ingratas es tratada con gran sensibilidad por León de Aranoa, mostrándonos con tanta dulzura como crudeza el desvío hacia un poco más de humildad y menos arrogancia, porque las putas también son personas. Que hayan elegido vender su carne y sus habilidades para el sexo no da derecho a nadie a humillarlas, a maltratarlas, ni a insultarlas, ni a creerse sus dueños, ni superiores, ni con derechos sobre ellas. Lo malo es que el planeta no funciona así. Las putas están expuestas a todo, en esas calles desventuradas. Las juzgamos, las despreciamos. Nos proclamamos sus árbitros y jueces. Pensamos: “Muy desesperada hay que estar para caer en eso. Cualquier cosa antes que acabar así.” Estoy segura de que todas las que lo hacen por desesperación, porque les han dado con puertas y ventanillas en las narices cientos de veces, porque les han negado ayuda, porque están solas como la una y porque habitan en una selva de cazadores sin escrúpulos, pensaban eso mismo. Que eso sería lo último que harían, si no podían tirar adelante.
Y, mira por dónde, acabaron cayendo en el último recurso, cuando todo lo demás falló. Quién sabe de lo que se es capaz cuando se está con el agua al cuello. Porque quien mira los toros desde la barrera habla con mucha ligereza. Todos lo hacemos. No hacemos el esfuerzo de imaginar por lo que han pasado y pasan esas mujeres. Las que se patean las calles semidesnudas y expuestas a lo que les quieran hacer. Supongo que eso da la medida de sus apuros, de sus problemas, de las puertas a las que han llamado y que nadie les ha abierto.
Es un tema muy peliagudo. Pero muy mal vamos si olvidamos que esas mujeres tienen dignidad por el solo hecho de ser humanas. Aunque ellas mismas crean que no, porque a fuerza de que la gente se lo escupa a la cara y las trate como a basura, acaban creyendo que no la tienen. Quien no sienta compasión, ni consideración y abuse de ellas nombrándose su tirano, debe de tener una piedra en el sitio donde debería estar el corazón.
Caye añora cosas que nunca ha tenido, y que puede que no tenga nunca. Añora que alguien la trate como a una princesa, porque no todas las princesas tienen reinos a sus pies, ni coronas, pero al fin y al cabo ellas también son mujeres, y todas sentimos las cosas de forma más o menos parecida.
Un juego de palabras al son de las melodías urbanas del grupo Manu Chao, que dedicó esa canción a todas las Cayes, todas las que exhiben y venden su cuerpo pateándose el asfalto a sol y a luna.
Una de las profesiones más antiguas e ingratas es tratada con gran sensibilidad por León de Aranoa, mostrándonos con tanta dulzura como crudeza el desvío hacia un poco más de humildad y menos arrogancia, porque las putas también son personas. Que hayan elegido vender su carne y sus habilidades para el sexo no da derecho a nadie a humillarlas, a maltratarlas, ni a insultarlas, ni a creerse sus dueños, ni superiores, ni con derechos sobre ellas. Lo malo es que el planeta no funciona así. Las putas están expuestas a todo, en esas calles desventuradas. Las juzgamos, las despreciamos. Nos proclamamos sus árbitros y jueces. Pensamos: “Muy desesperada hay que estar para caer en eso. Cualquier cosa antes que acabar así.” Estoy segura de que todas las que lo hacen por desesperación, porque les han dado con puertas y ventanillas en las narices cientos de veces, porque les han negado ayuda, porque están solas como la una y porque habitan en una selva de cazadores sin escrúpulos, pensaban eso mismo. Que eso sería lo último que harían, si no podían tirar adelante.
Y, mira por dónde, acabaron cayendo en el último recurso, cuando todo lo demás falló. Quién sabe de lo que se es capaz cuando se está con el agua al cuello. Porque quien mira los toros desde la barrera habla con mucha ligereza. Todos lo hacemos. No hacemos el esfuerzo de imaginar por lo que han pasado y pasan esas mujeres. Las que se patean las calles semidesnudas y expuestas a lo que les quieran hacer. Supongo que eso da la medida de sus apuros, de sus problemas, de las puertas a las que han llamado y que nadie les ha abierto.
Es un tema muy peliagudo. Pero muy mal vamos si olvidamos que esas mujeres tienen dignidad por el solo hecho de ser humanas. Aunque ellas mismas crean que no, porque a fuerza de que la gente se lo escupa a la cara y las trate como a basura, acaban creyendo que no la tienen. Quien no sienta compasión, ni consideración y abuse de ellas nombrándose su tirano, debe de tener una piedra en el sitio donde debería estar el corazón.
Caye añora cosas que nunca ha tenido, y que puede que no tenga nunca. Añora que alguien la trate como a una princesa, porque no todas las princesas tienen reinos a sus pies, ni coronas, pero al fin y al cabo ellas también son mujeres, y todas sentimos las cosas de forma más o menos parecida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La persona ideal para Caye es la que coloca una larga alfombra roja imaginaria para que camine sobre ella, la toma de la mano sin necesidad de pedírselo, la mira como se mira lo más preciado. O, más sencillo que eso. Es la que va a buscarla a la salida del trabajo, y la espera con los brazos abiertos para refugiarse en ellos y poder pensar sin temor que sí, que existe un ser que la quiere y la protege y la acepta sin condiciones.
Demasiado hermoso para Caye, una chica del montón que añora lo que está fuera del alcance de sus manos. Una chica del montón perdida, un náufrago urbano que nada para no ahogarse, consciente de que la isla paradisíaca está muy lejos, o no existe. Una chica del montón, herida y sola, que guarda en el cajón de los tesoros un corazón tan grande que no le cabe en el pecho y tiene que ocultarlo, por miedo a que se lo rompan más de lo que ya lo está.
Y conoce a otra chica perdida y sola, y juntan sus afinidades, sus añoranzas, sus penas, sus miedos, su sabiduría, y su dignidad de princesas lastimadas que andan erguidas sin reinos, sin coronas, y que sienten de forma más o menos parecida a las demás.
La vida está muy jodida, el trabajo está muy jodido, el contacto entre los seres humanos está muy jodido.
Caye y Zulema han probado el sabor del fango tantas veces que no las pueden contar. Pero continúan siendo dos princesas que han encontrado algo difícil de encontrar: amistad. Compañía. Una mano tendida. Un oído que escucha.
Y con eso se han ganado un reino entero.
Demasiado hermoso para Caye, una chica del montón que añora lo que está fuera del alcance de sus manos. Una chica del montón perdida, un náufrago urbano que nada para no ahogarse, consciente de que la isla paradisíaca está muy lejos, o no existe. Una chica del montón, herida y sola, que guarda en el cajón de los tesoros un corazón tan grande que no le cabe en el pecho y tiene que ocultarlo, por miedo a que se lo rompan más de lo que ya lo está.
Y conoce a otra chica perdida y sola, y juntan sus afinidades, sus añoranzas, sus penas, sus miedos, su sabiduría, y su dignidad de princesas lastimadas que andan erguidas sin reinos, sin coronas, y que sienten de forma más o menos parecida a las demás.
La vida está muy jodida, el trabajo está muy jodido, el contacto entre los seres humanos está muy jodido.
Caye y Zulema han probado el sabor del fango tantas veces que no las pueden contar. Pero continúan siendo dos princesas que han encontrado algo difícil de encontrar: amistad. Compañía. Una mano tendida. Un oído que escucha.
Y con eso se han ganado un reino entero.