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Voto de Vivoleyendo:
9
Comedia. Drama Helsinki. El joven Khaled llega oculto en un barco de carga procedente de Siria. Su solicitud de asilo es rechazada, pero decide quedarse de todos modos. Mientras, un gris comercial cincuentón llamado Wikström decide cambiar su vida y abrir un decadente restaurante. Sus caminos se cruzarán cuando una tarde Wikhström se encuentra a Khaled en la puerta de su restaurante y, emocionado, decide ofrecerle techo, comida y trabajo. Pero el ... [+]
27 de octubre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Nadie quiere vernos,” afirma Khaled, un inmigrante ilegal sirio que ha recorrido una larga distancia y una no menos larga serie de penalidades para llegar hasta Helsinki, donde ha pedido asilo como refugiado de guerra. Cuando le preguntan cómo ha conseguido atravesar tantas fronteras sin haber sido detectado, él dice una de esas frases contundentes que se cuelan en los habitualmente escuetos diálogos de las películas de Kaurismäki. Para quien no quiere ver, la ceguera selectiva es algo muy conveniente. Para los intereses políticos y económicos de esta Europa tan civilizada y avanzada, lo conveniente es ignorar la desesperación de miles de personas que lo han perdido todo y que huyen del horror en busca de la supervivencia.
Todos esos intereses desembocan en una laberíntica burocracia y funcionarios automatizados que, haciendo lo que se les ordena desde arriba, explotan los vacíos legales y los “puntos muertos” de esas leyes diseñadas por mentes tan preclaras, para denegar el permiso de residencia a Khaled, alegando motivos totalmente fraudulentos y esgrimidos de una forma bastante arbitraria.
Está muy claro, como en casi todas las películas de Aki, que el pobre inmigrante no va a encontrar el menor apoyo ni ayuda en las autoridades ni instituciones oficiales, que son tan gélidas como el invierno de Finlandia.
Pero está esa solidaridad que Aki siempre refleja con tanta sencilla e hierática ternura, la de la gente humilde que con sus pequeños actos cotidianos es la que realmente hace que las cosas salgan adelante. Los pobres y los trabajadores que se dejan la piel en trabajos casi siempre mal pagados son los que arriman el hombro cuando alguien de su entorno se encuentra en apuros, aunque sea un completo desconocido que acaba de llegar. Se vuelcan y forman una muralla de protección a su alrededor, y ahí es donde palpita el verdadero corazón de estas historias de Kaurismäki centradas en el dilema actual de la inmigración. Allá donde los organismos oficiales le han escupido a la cara, Khaled no tarda en encontrar manos amigas entre la gente de a pie. La de Mazdak, un refugiado irakí; la de Waldemar, un recién estrenado empresario de la hostelería que ha dado un giro radical a su vida; la de los empleados del restaurante; y la de otros héroes anónimos de los suburbios de Helsinki que dan un paso adelante para defenderlo frente a una banda de neonazis.
Y es que Aki es un optimista imperecedero y un sentimental irredento con aires de poeta silencioso debajo de esa fachada lacónica, prosaica, algo cutre con el encanto atemporal de lo vintage que él tanto adora, donde nadie pronuncia más palabras de las necesarias, y los gestos y las expresiones se reducen al mínimo. Esto es lo más lejano a Hollywood, y no sólo geográficamente, que un espectador se pueda encontrar. Este cine bebe de fuentes europeas y asiáticas, y de la idiosincrasia particular de Kaurismäki. En Hollywood no encontraréis esa ironía ácida ni ese humor que de repente te roba una gran sonrisa como reacción a situaciones tan absurdas como insólitamente divertidas. Ni el drama tendrá esa callada cualidad heroica del que sufre en silencio sin quejarse nunca, sin despotricar contra un mundo injusto que reparte más palos que dádivas, y que todavía encuentra tiempo para sonreír en medio de la penuria.
Como siempre, la seña de identidad de los sentimientos cuya inmensa profundidad los parcos personajes apenas dejan traslucir entre caladas de cigarrillos, se refleja en la alegre música pop interpretada por grupos de maduritos que tocan en los bares, y de los tangos desgranados con ese sonido sucio y enlatado en viejos discos de vinilo que se resisten a quedarse relegados en la vitrina de las reliquias olvidadas.
La ambientación es pura nostalgia con un punto de romanticismo naif de los tiempos pasados, en consonancia con la edad, entre madura y avanzada, de la mayoría de los personajes, y se niega a dejar atrás los coches de hace décadas, los teléfonos de rueda, los discos de vinilo, las cintas de cassette y los muebles baratos de cuando la gente se conformaba con vivir con mucho menos.
Una comedia dramática propia de este entrañable y particular cineasta finlandés, donde no hay cabida para lo superfluo, quedando ahí el corazón desnudo, sin adornos, sin florituras, latiendo por un tímido sueño que, no importa lo mucho que haya sido golpeado, seguirá brillando como una llama que se resiste obstinadamente a ser apagada.
Vivoleyendo
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