Media votos
7,0
Votos
2.208
Críticas
1.745
Listas
37
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Vivoleyendo:
7
6,3
15.456
Comedia. Romance
Javier, un médico treintañero que está recién casado, tiene planes de comenzar una nueva vida en Estados Unidos con María. Justo antes de partir a Miami para encontrarse con su mujer, ella lo llama para confesar que se ha enamorado de otro y terminar su relación. Javier está desesperado, ella es su vida y no sabe qué hacer. Así que trata de refugiarse en el sofá de su psicoanalista, en sus amigos y en el perro que acaba de comprar; todo ... [+]
24 de abril de 2010
23 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué condenadamente jodidas pueden ser las relaciones. Lo realmente malo es que tenemos la manía de ilusionarnos, de empezar a pensar en mañana. El ser humano tiene la estúpida obsesión de creer que, en cuanto alguien le ofrece unas migajas, ya sus manos van a pasear unidas por los oleajes del tiempo durante toda la eternidad. Se hacen planes, se construye un nido, se reorganiza el chip para que todo gire en torno a esa cuerda frágil que junta dos vidas.
Levantarse acompañado por la mañana, irse a trabajar, regresar a casa con la seguridad de que alguien nos espera, de que cenaremos juntos, haremos el amor y planificaremos qué hacer el próximo fin de semana, antes de quedarnos dormidos con los cuerpos tocándose.
Y un día ese nido fabricado con ladrillos de cariño y dedicación (y mucho de temeraria esperanza ilusoria), se hace polvo de un soplo. Los "te quiero", los "te amo" que hace unas horas parecían tan genuinos, algo que señalaba el orden correcto de las cosas, ahora parecen una mentira, palabras hueras, falsas. Uno se queda con cara de bobo preguntándose cómo es posible que hace nada fuésemos amados en un nido que ahora no está, porque de la noche a la mañana ella lo ha abandonado y ha convertido todas las palabras de amor, las caricias y los planes en humo. Cómo es posible que ayer ella declarara que te quería y te extrañaba, y que hoy se esté acostando con otro y te diga entre lágrimas culpables que no va a volver contigo.
Qué loca vida ésta, qué incomprensible, y qué torpes somos, qué lentos para adaptarnos a los cambios. El mundo no gira al ritmo que queremos, gira para sí mismo y nos equivocamos al llegar a engañarnos creyendo que alguna vez se mueve para nuestro interés. Qué ilusos. Las revueltas del caos no tienen miramientos, no avisan, no aguardan a que uno haya resguardado los muebles antes de que se desate la tormenta.
La lotería catastrófica nos ha tocado y al principio nos quedamos alelados, con una reacción de estupor, de parálisis. La piel comienza a doler allá donde ella ya no acariciará más, los ojos duelen mirando los objetos que ella no cogerá, los labios se entumecen por los besos perdidos y por las frases que no pronunciarán, y los oídos pitan añorando la voz que no sonará ahí al lado.
Llega el atasco, la inacción, detenidos donde estaba el nido ya vacío, sin determinarse a dar un paso porque cualquier movimiento se hace un mundo. Nos convertimos en entendidos acerca del rango completo de emociones que abarcan todos los sentimientos negativos, agoreros y rencorosos. Depresión, tristeza, angustia, obsesión, desánimo, ira, impotencia... Quizás lo que cuesta más soportar es no saber el porqué de tanto sinsentido. No poder obtener una explicación racional y lógica. Tan pánfilos somos que tiramos de cualquier hilo que nos dé un motivo comprensible, una razón que detenga el arbitrario vaivén de lo absurdo. Pero es como andar en una pesadilla. No hay caminos, no hay asideros, ninguna referencia estable.
Levantarse acompañado por la mañana, irse a trabajar, regresar a casa con la seguridad de que alguien nos espera, de que cenaremos juntos, haremos el amor y planificaremos qué hacer el próximo fin de semana, antes de quedarnos dormidos con los cuerpos tocándose.
Y un día ese nido fabricado con ladrillos de cariño y dedicación (y mucho de temeraria esperanza ilusoria), se hace polvo de un soplo. Los "te quiero", los "te amo" que hace unas horas parecían tan genuinos, algo que señalaba el orden correcto de las cosas, ahora parecen una mentira, palabras hueras, falsas. Uno se queda con cara de bobo preguntándose cómo es posible que hace nada fuésemos amados en un nido que ahora no está, porque de la noche a la mañana ella lo ha abandonado y ha convertido todas las palabras de amor, las caricias y los planes en humo. Cómo es posible que ayer ella declarara que te quería y te extrañaba, y que hoy se esté acostando con otro y te diga entre lágrimas culpables que no va a volver contigo.
Qué loca vida ésta, qué incomprensible, y qué torpes somos, qué lentos para adaptarnos a los cambios. El mundo no gira al ritmo que queremos, gira para sí mismo y nos equivocamos al llegar a engañarnos creyendo que alguna vez se mueve para nuestro interés. Qué ilusos. Las revueltas del caos no tienen miramientos, no avisan, no aguardan a que uno haya resguardado los muebles antes de que se desate la tormenta.
La lotería catastrófica nos ha tocado y al principio nos quedamos alelados, con una reacción de estupor, de parálisis. La piel comienza a doler allá donde ella ya no acariciará más, los ojos duelen mirando los objetos que ella no cogerá, los labios se entumecen por los besos perdidos y por las frases que no pronunciarán, y los oídos pitan añorando la voz que no sonará ahí al lado.
Llega el atasco, la inacción, detenidos donde estaba el nido ya vacío, sin determinarse a dar un paso porque cualquier movimiento se hace un mundo. Nos convertimos en entendidos acerca del rango completo de emociones que abarcan todos los sentimientos negativos, agoreros y rencorosos. Depresión, tristeza, angustia, obsesión, desánimo, ira, impotencia... Quizás lo que cuesta más soportar es no saber el porqué de tanto sinsentido. No poder obtener una explicación racional y lógica. Tan pánfilos somos que tiramos de cualquier hilo que nos dé un motivo comprensible, una razón que detenga el arbitrario vaivén de lo absurdo. Pero es como andar en una pesadilla. No hay caminos, no hay asideros, ninguna referencia estable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Tan pánfilos somos que no advertimos la que se venía encima, que no vimos las señales, los indicios del fracaso.
Habrá que aprender a vivir sin ella, y será un aprendizaje en el que sólo nosotros tendremos la llave que nos llevará hacia una puerta que tenemos que descubrir.
Yo podría ser Javier, podría ser María. Quién sabe la de batacazos que se puede dar uno, las tonterías que se pueden llegar a hacer por pánico a la soledad, la de meteduras de pata, porque hay tantos tipos diferentes de piedras colocadas en el suelo, que nos tropezamos una vez, y otra, y no terminamos de aprender de los tropiezos.
Tal vez vivir consista, entre otras muchas cosas, en alzarse como se pueda después de una caída, en saludar un nuevo día que no está escrito.
Tal vez valga la pena por esos pocos momentos buenos de oasis entre la mediocridad del desierto.
Habrá que aprender a vivir sin ella, y será un aprendizaje en el que sólo nosotros tendremos la llave que nos llevará hacia una puerta que tenemos que descubrir.
Yo podría ser Javier, podría ser María. Quién sabe la de batacazos que se puede dar uno, las tonterías que se pueden llegar a hacer por pánico a la soledad, la de meteduras de pata, porque hay tantos tipos diferentes de piedras colocadas en el suelo, que nos tropezamos una vez, y otra, y no terminamos de aprender de los tropiezos.
Tal vez vivir consista, entre otras muchas cosas, en alzarse como se pueda después de una caída, en saludar un nuevo día que no está escrito.
Tal vez valga la pena por esos pocos momentos buenos de oasis entre la mediocridad del desierto.