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Voto de Vivoleyendo:
9
Drama. Intriga Alemania, años 20; un paquete de tabaco cuesta 40 billones de marcos. En Berlín Abel, un trapecista judio norteamericano y alcohólico encuentra el cadáver de su hermano en la habitación que ambos comparten. Se ha suicidado, y Abel se siente responsable de su cuñada, Manuela, que trabaja en un cabaret. Entre ambos surge una relación de mutua dependencia, en un mundo golpeado por la crisis, la violencia y la muerte. (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta producción apadrinada por el valiente y aventurero Dino de Laurentiis, Ingmar ha captado magistralmente la atmósfera de miedo de la Alemania de entreguerras. Ese aliento de desesperanza. Ese aire que parece pesar como una losa de mil toneladas sobre la cabeza, haciendo que la gente camine con los hombros gachos y la mirada perdida en los sucios adoquines del pavimento. Todos deambulan sin saber hacia dónde se dirigen en realidad, metáfora de una nación paralizada por el temor y la incertidumbre.
Eso es lo más duro. Despertar siendo consciente de que el nuevo día será igual o peor que el anterior. Que nada va a mejorar.
Que el presente es una cloaca y el futuro, imposible.
La ciudad está sumida en una tonalidad grisácea enfermiza, siempre húmeda, siempre salpicada del blanco desvaído de la nieve mancillada. Los edificios aparentan siglos de abandono que nadie se molesta en reformar. O no lo hacen sencillamente porque el escaso dinero que se tiene se gasta en cosas más urgentes.
Carente de propósito desde que se vio obligado a abandonar el circo, Abel Rosenberg sale a las noches etílicas de Berlín para acallar el vacío que lo consume. Una noche, al regresar al cuarto alquilado que comparte con su hermano Max, éste se ha pegado un tiro, y el vacío pasa a convertirse en abismo. La policía, liderada por el buen inspector Bauer, hace lo que puede por mantener una ilusión de orden en una ciudad hundida en el caos. Abel, con su mirada empañada por el alcohol, contempla escenas callejeras que le afectan profundamente, como ese pobre hombre judío (los Rosenberg también lo son) al que dan una paliza ante la indiferencia de unos agentes que pasan de largo (la fuerte propaganda antisoviética y antisemita que la prensa divulga lava los cerebros dormidos, siempre hay que buscar a un chivo expiatorio), o un grupo de gente cogiendo la carne de un caballo muerto.
No pudiendo soportar la soledad, Abel va a buscar a su cuñada al cabaret donde trabaja, la hermosa y dulce Manuela que vende muy barata su belleza para sobrevivir, y se van a vivir juntos. Ella le ofrece el consuelo de su compañía y se esfuerza en mantener una fachada de optimismo y normalidad, pero él no se deja engañar e intuye que hay algo oscuro que ella oculta y eso lo deprime aún más y hace que él se vuelva suspicaz y casi violento, y las noches etílicas de Berlín se suceden en una especie de sórdido delirio de escenas que muestran al Bergman perturbador que tan bien conocemos. La incorporación de un misterioso personaje añade más suspense y aumenta el toque siniestro.
Sobresaliente labor actoral en una sobresaliente ambientación opresiva para una estremecedora historia bergmaniana sobre el miedo paralizante que muestra la gestación del nazismo, desarrollándose en el huevo que más tarde eclosionaría en la bestia que arrasó medio mundo.
Vivoleyendo
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