Una obra de verdad, para un público ávido de entendimiento de lo sutil, lo inefable, lo trascendente. La búsqueda de un amigo perdido es una analogía perfecta que representa la búsqueda humana de esa dimensión mística. Me hace pensar en el poema de Machado: "El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve". Esto se representa bien en la trama: el actor principal observa la naturaleza con prismáticos pero, ¿no será en realidad al revés? ¿Quién busca a quién?
Emprender el camino con una mochila, levantar el vuelo, dar un paso de fe... todos son silogismos de un viaje iniciático al más allá misterioso, intangible. Tan sólo habremos de conformarnos con un leve destello de esa luz mágica que proviene del más allá. Y toda esta metafísica se va cocinando en el contexto más mundano: en la Sierra de la Tramuntana; en una habitación de hotel; en un viaje en barco; en un cuartelillo de la guardia civil.
Me quedo con ganas de volver a verla y emprender este viaje, aunque entiendo que no es una película para todos los públicos.