La película resulta sugerente y original por abordar una temática religiosa y sobrenatural como lo son las batallas en el cielo entre ángeles y demonios por una especie de celos de esos espíritus hacia la preferencia de Dios por su más perfecta creación: el hombre.
Si bien el relato es pura fantasía y poco tiene de asidero con los relatos del texto sagrado, el filme goza de cierto arranque emotivo y absorbente, el cual poco a poco va desinflándose por falta de intensidad en el desarrollo narrativo y también debido a que el argumento toma un carácter extremadamente mesiánico, apocalíptico, confuso y exagerado en sus variantes.
Entonces tendremos a dos humanos tratando de impedir guerras en el Cielo, al Arcángel Gabriel descendiendo a la Tierra para apoderarse de un alma muy preciada y al mismísimo Lucifer entreverado entre ángeles, demonios, y personas. Es decir, una ensalada bastante inefectiva y que echa por tierra todo lo insinuante que podría resultar ese asunto religioso sobrenatural, derivando inevitablemente en una indisciplinada cinta que pierde su encanto original.
A destacar la presencia escénica de un Christopher Walken quien ya impone misterio con su carisma; y la música de David Williams, repleta de lirismo aterrador, que surge de la fusión de coros religiosos y violenta música urbana.