Este tipo de productos ochenteros donde todo es bizarro, de manufactura artesanal, que no decaen nunca en su ritmo narrativo y que se los recuerda con nostalgia por lo que significaron dentro de la serie B adquiribles en los videoclubes o en algún canal cuando comenzaba la tv por cable, son la clase de películas que no se les valora por su calidad sino por su rusticidad y su efectividad como pasatiempo.
La cinta es sumamente dinámica, tiene una lograda ambientación en un pueblito ignoto donde la mayoría de los “actores” son lugareños, el aspecto estético y visual de los critters daba que hablar aún cuando no existían los logradísimos efectos por ordenador sino que se manejaba todo mecánicamente y con muchos efectos especiales berretas pero simpáticos.
Aquí se debe valorar la contundencia y no la calidad intrínseca en sí de un guión simplista pero también efectivo, sana combinación de ciencia ficción con comedia rústica, donde se toleran inclusive las estupideces que por allí aparecían para darle una cuota de humor a un relato sin nada de pretensiones más que la de hacer pasar un rato ameno junto a esas bolas extraterrestres carnívoras que devastaban a cualquier ser con carne que ande dando vueltas. Y ni que hablar de los cutres cazarecompensas alienígenas que venían a dar una mano a los asustadizos pobladores, personajes tontones pero no fácilmente olvidables.
Vista hoy día no ha envejecido nada, y constituye una pieza cinematográfica de antología cuando citamos la comedia de ficción serie B de los años ochenta.