Secuela sacada directamente al videoclub, donde sus evidentes limitaciones en comparación con la primera entrega pasan más bien por su calidad narrativa en la elaboración de la trama. Las mismas son torpes y bastante descuidadas desde el sentido común, donde el pretexto para continuar y concatenar la historia de la anterior y ésta son muy pueriles desde la orquestación.
O sea que todo es válido con tal de continuar y lucrar con una exitosa fórmula que lamentablemente no cuenta con el efectivo director Sam Raimi, quien sólo produce ejecutivamente esta continuación. Tampoco hay presupuesto para mantener el actor principal, pero aprovechando la oportunidad de que el personaje puede adoptar distintos rostros, se le da la oportunidad a un Arnold Vosloo, quien compone una discreta interpretación sin destacarse pero tampoco hace el ridículo.
Lo que sí es positivo es haber tenido la oportunidad de darle continuidad al actor y al villano de la versión anterior. Larry Drake tiene un carisma especial para ser uno de los aspectos positivos, de modo que esta cinta tenga algún mérito que valga la pena mencionar.
Como dije anteriormente, esta secuela de clase B no tiene problemas desde su factura técnica, sino desde la orquestación de su guión. Ya que es un filme que mantiene el tono oscuro del cómic donde se desarrollan situaciones en que interactúan aspectos científicos, con terrorismo de armamentos y siempre inquieta con su atmósfera sórdida y oscura propia de esos filmes donde la venganza es el principal motor incitante y la cual nos pone ávidos de justicia por mano propia.
En fin, no es una película mala, pero se distancia bastante de la calidad argumental de la primera y de la intensidad de sus circunstancias. Si bien conserva su estética y su digno aspecto visual, ello no hace más que envolver un contenido muy improvisado desde la estructura narrativa.