Tremendamente sobrevalorada, sin dudas que la crítica especializada le perdona todos sus baches porque este proyecto está firmado por el apellido Raimi y porque entienden que el director establece una oferta semejante al tipo de cine que realizaba antes de rodar tanques cinematográficos.

Y no me digan que este engendro sin pies ni cabeza homenajea la serie B, o que tiene algo que ver con la saga Evil Dead, porque es una blasfemia cinéfila.

Por empezar, no tiene la solvencia ni la fuerza suficiente como para entusiasmar desde lo fantasioso, el desarrollo del conflicto abusa de tópicos adocenados dentro del género del horror, el delirio jocoso y repugnante no encaja nunca ya que la cinta tiene todo el aspecto externo de ser un producto sobrio y aplomado, y por si fuera poco el “títere” Justin Long deambula perdido dentro del relato dando vida sin enjundia a un personaje plano y vacuo.

La cinta es inverosímil y volada de principio a fin (choca porque uno no espera un esperpento, sino terror puro), pero además está trazada textualmente en forma tosca y hasta con groserías de principiante.
Parece increíble que este producto convencional y tópico de terror moderno estuviera dirigido por un cineasta experimentado, el cual lograra otrora grandes éxitos, ya que hablamos de un Sam Raimi que dirigió clásicos nostálgicos perennes en efectividad y que supo sacar adelante con maestría grandes películas mainstream.

Bueno, esta floja película pierde ya al principio la sobriedad, se despliega en forma vulgar buscando sobresaltar con subidones de orquesta y sustillos fáciles, y no resulta para nada simpática en su bizarra exageración ni en su alocado despliegue de situaciones. Por ende, digo que Raimi se olvida de cómo se hace cine gamberro.

La propuesta argumental es pueril, el desarrollo de personajes muy limitado, la trampa final es bastante previsible, si es que hay una propuesta cómica paralela la misma no encaja nunca dentro de la onda del filme, lo gamberro dentro del contexto argumental de la cinta no funciona ya que queda demasiado ambiguo al no saber si es intencional o son tosquedades narrativas muy descuidadas las que se esgrimen.

A favor hay que mencionar todo el aspecto estético que recubre a esta propuesta, aquí sí vemos cómo Raimi sabe manejar el “eyes candy” para que el espectador caiga encandilado ante la pirotecnia visual, el desenlace –aunque es previsible- me deja un buen sabor de boca ya que tiene su atractivo, bien por las actrices del filme (tanto la protagonista Alison Lohman como la villana Lorna Raver), y nada más.


Sigo sin contar nada que no deba saberse