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Voto de pablo garcia del pino:
9
Drama Miss Amelia (Vanessa Redgrave), una enérgica y autoritaria mujer sureña, que posee una tienda café, tiene bajo su dominio a todo el pueblo. La llegada de un enano y de su marido, un ex-convicto, cambiará las cosas. (FILMAFFINITY)
8 de diciembre de 2007
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi obra preferida de Carson McCullers. Leída y releída sin cansarme jamás de ella. Simon Callow logra, por momentos, ese clímax único que poseían aquellos polvorientos pueblos del profundo sur Norteamericano. Vanessa Redgrave está sublime. Es la auténtica Mrs. Amelia "marimacho" parida por el indiscutible genio de Ms. Carson. Keith Carradine, pintoresco y bonachón enamorado al principio, despechado luego, se permite, a su regreso, ese desmán que conllevan todas las venganzas soñadas. Su cinismo burlón, atractivo y cruel (como pocas veces se ha visto en la pantalla) no ha lugar para augurios felices. La autodestrucción de Ms. Amelia al enfrentarse a él en el Café Triste se pone en marcha. Todos los actos que precedieran la existencia despótica de su lesbianismo controvertido y oscuro, son sometidas a esa nueva medida que impone la masculinidad de ambos cónyuges. Cork Hubbert como el primo Lymon es todo un descubrimiento. La mascarada que acompañan los actos de este enano sombrío y lobuno inciden en una tremebunda traca final. La imagen espectral de Vanessa Redgrave desde el ventanal entreabierto del ya polvoriento Café Triste, resquebrajado sobre sus propios cimientos de odio y esperanza, es el más desgarrador silencio de la soledad propalada a los cuatro vientos de aquella América profunda que parecía muerta para todo lo humano. Así nos lo contó Carson McCullers. Y Vanessa Redgrave, antológica, al recrear ese pozo de oscuridad, hipocresía, y, finalmente, encubierta ternura, en que se sumiera Miss Amelia, nos ofrece la respuesta a ese gran interrogante de la existencia: "¿No es el hombre el mayor enemigo de sí mismo?"... El film es casi un incunable. De atmósfera algo ampulosa y titubeante, pero de especial curiosidad. En manos de John Huston podría haber sido una auténtica gloria. Atención a la música del estupendo Richard Robbins, que compuso todas las bandas sonoras de James Ivory. Os recordará a "Lo que queda del día".
pablo garcia del pino
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