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España España · Córdoba
Voto de El Libanés:
7
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Documental En la época en que Colombia era presa de la guerra de los cárteles y se convertía en la campeona del mundo en homicidios, el equipo nacional de fútbol recibió el encargo de darle una nueva imagen. La ascensión hacia la gloria que siguió, tan repentina como misteriosa, propulsó al equipo entre los mejores del mundo tras décadas de oscuridad. Dos hombres estaban detrás de este éxito: los dos Escobar, Andrés, capitán e icono del equipo y ... [+]
14 de enero de 2020
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pablo Escobar fue dios para un sector humilde de la sociedad colombiana. Sin embargo, una deidad al estilo del Antiguo Testamento o los mitos griegos, capaz de infligir terribles sufrimientos por cambios de humor o no satisfacer sus caprichos. De cualquier modo, demostró una habilidad mortífera en dos cuestiones: controlar las rutas del narcotráfico y aprovechar los desequilibrios provocados por la desatención que la burguesía y élite del país, incapaces de adentrarse en barrios que precisaban de todo.

Para muchos de los habitantes de esos suburbios, el fútbol era evasión y victoria, un lugar donde poder escapar de cosas muy malas que pasaban en la esquina de su calle. Los hermanos Zimbalist juegan con las vidas paralelas del sanguinario criminal que fue apodado "El Patrón" y Andrés Escobar, Colombia´s top defender, tal y como le anunciaban en el Mundial de USA 94, el primer jugador de su nación en ser pretendido por el todopoderoso Milán.

Si han visto "El Patrón del Mal" o "Narcos", muchas de las imágenes les sonarán, si bien aquí duele más y asusta en proporciones gigantescos porque fue real esa espiral de violencia. Mientras, el deporte rey actuaba como anestesia, opio y vía de publicitar una hermosa tierra que estaba exhausta por la espiral de violencia a la que era sometida.

Testimonios de primera mano incluso de sicarios y parientes de Pablo Escobar que aportan más sombras a un reinado oscuro y tristemente eficaz, uno que llevó a algunos delincuentes incluso a añorarle cuando fue abatido, puesto que todo el mundo quiso ser capo tras él y las fuerzas del orden estaban agotadas o corrompidas como para frenarles.

Incluso Francisco Maturana, el legendario seleccionador colombiano, artífice en la pizarra del inolvidable 0-5 a Argentina en el propio feudo albiceleste, admite que acudieron a La Catedral, la cárcel que Escobar tornó en fortaleza. El miedo y el resto que imponía aquel "benefactor" que deshizo a su antojo durante años y tuvo en los estadios un divertimento y blanqueo, llegando a su máxima expresión en la Copa Libertadores de 1989.

Pero muchos más ricas son las fuentes del otro Escobar, el círculo interno de Andrés, un profesional abatido de forma infame por un error humano en un partido decisivo contra los Estados Unidos. La locura. Esa sensación de que el realismo mágico únicamente podía haberse dado allí.

Lo decía El Pibe Valderrama. Siempre nos salvaba. Andrés no pudo salvaguardarse a sí mismo de la locura que arrastró a todos.
El Libanés
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