Uno de los grandes misterios de Stanley Kubrick es su capacidad de permanecer fascinante ante el paso del tiempo. Desde "Senderos de gloria" a "Eyes Wide Shut", todos sus filmes tienen un punto de misterio que permite relecturas. Por algún motivo, volver a ver "La naranja mecánica" cada vez exige más notas a pie de página. Es fácil comprender por qué fue tan rompedora en su tiempo, si bien a un público actual podría no fascinarle tanto.

Y no es un problema de casting. Malcom McDowell puede poner perfectamente el perfil de Calígula, encarnando a un joven insatisfecho, carismático, violento y profundamente egoísta. Su única debilidad en su jauría de secuaces resultará ser su afición desmedida por la música clásica que le costará ir perdiendo la lealtad ciega de su banda.

Kubrick nos deja varias imágenes rompedoras, busca adaptar con personalidad la novela original y hay una utilización de la banda sonora con astucia ecléctica. Con todo, en su hipérbole y caricatura falta algo, tal vez un hilo conductor menos subrayado.

Quizás su futuro imaginario haya sido menos preclaro que el de "Blade Runner", por citar solamente un ejemplo. La danza de sus drugos y la reflexión político-social deja momentos de sumo interés, pero, a simple título personal, no le veo el círculo cerrado que suele dejar este genial cineasta en todos sus trabajos.