20 de marzo de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda película de la trilogía de Ingmar Bergman (con "Detrás de un vidrio oscuro" y "El silencio") acerca del silencio de Dios. El pastor luterano Tomás Ericsson (Gunnar Björnstrand), Iluminado en su juventud por ilusiones acerca de la presencia de Dios en el mundo, su misticismo se ha desengañado por dos razones principales: la crueldad humana y la pérdida de su mujer a quien amaba. Dios está ausente, no habla ni da señal alguna. La depresión conduce entonces su pensamiento y lo invalida para proveer asistencia espiritual a sus feligreses. Uno de ellos se suicida (Max von Sydow). Aunque ha tenido una relación con la maestra del poblado, Marta Lundberg (Ingrid Thulin), no la ama, y aunque ella vive para él, es muy demandante, exigente, para un hombre desesperado que, por otra parte y, entre otras cosas, le reprocha su "pudor en la cama". Pues en definitiva, el amor es el sustento de la vida y del mismo Dios:
"Dios es amor y el amor es Dios". La película perfecta en todo aspecto, y aunque triste, de una gran belleza, en blanco y negro. Imperdible.
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