Después de arrojarse al vacío con «Pau y su hermano», Recha acude a unas historias cruzadas en una villa fronteriza. Todos estan de paso, incluso los nativos. La idea es muy sencilla, el título no deja dudas, la vida es un cúmulo de desgracias bañadas en vino barato. Itinerarios incompletos para una trama innecesariamente retorcida. Lo mejor; los personajes respiran unos frente a otros con sus particulares debilidades asumidas por toda una comunidad sin norte ni dirección. De muestra un pulso más maduro e incluso se permite adornar la película con evocadoras canciones de Dominique A. Es una obra extrañamente ambiciosa en su sencillez, donde la única prioridad es la experiencia vital de rodaje, los resultados no son el objetivo final (sin el rigor de un Pedro Costa, aunque tampoco lo busca). Son inevitables (deseables) las fugas y disgresiones narrativas, huye de la petulancia y la denuncia social y eso es un logro. Pienso en Tati, Mackendrick, los Dardenne, en Assayas y porque no, tambien en Berlanga/Azcona.