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Voto de Josproncio:
8
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30.388
Ciencia ficción. Thriller
Un hombre descubre a través de sus prismáticos a una preciosa joven e intenta encontrarla en la profundidad del bosque. De repente, un individuo armado con unas tijeras y la cara vendada lo ataca por la espalda, a pesar de lo cual consigue huir y llega a un laboratorio científico situado en mitad del bosque. Allí, una máquina le ofrece la oportunidad de realizar un viaje extraordinario, un viaje en el que la posibilidad de encontrarse a ... [+]
24 de septiembre de 2008
62 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el comienzo de este interesante tratado sobre los viajes en el tiempo, uno nota una falta de presupuesto que induce a pensar que no estamos frente a una película de la magnitud de, por ejemplo, Rec o El Orfanato... Grave error.
Sí, Los Cronocrímenes es una película pequeña, muy pequeña, pero con uno de esos guiones de quitarse el sombrero. Aceptando ya desde su planteamiento que no estamos ante una historia épica que sacudirá los cimientos del cine, Nacho Vigalondo no se complica innecesariamente: Cuatro personajes, tres coches y un par de casas. Es todo lo que hace falta para narrar una buena historia. Y menuda historia.
Una perspectiva diferente de los viajes en el tiempo, más realista y más interesante, nos mete de lleno en esta montaña rusa llena de fascinantes bucles temporales. Vigalondo se mueve por su guión con maestría, sabe qué quiere contar y sabe cómo contarlo, y cuando parece que la película no puede sorprendernos, él va y nos deja clavados en la butaca.
Nacho Vigalondo deja de lado las ya muy vistas paradojas temporales y las realidades alternativas. Los cronocrímenes se olvida de esas películas que modifican la concepción del tiempo para ajustarse a su historia, y decide ajustar su historia a su concepción del tiempo, que, probablemente, es la más realista que se ha visto en este género.
Sí, Los Cronocrímenes es una película pequeña, muy pequeña, pero con uno de esos guiones de quitarse el sombrero. Aceptando ya desde su planteamiento que no estamos ante una historia épica que sacudirá los cimientos del cine, Nacho Vigalondo no se complica innecesariamente: Cuatro personajes, tres coches y un par de casas. Es todo lo que hace falta para narrar una buena historia. Y menuda historia.
Una perspectiva diferente de los viajes en el tiempo, más realista y más interesante, nos mete de lleno en esta montaña rusa llena de fascinantes bucles temporales. Vigalondo se mueve por su guión con maestría, sabe qué quiere contar y sabe cómo contarlo, y cuando parece que la película no puede sorprendernos, él va y nos deja clavados en la butaca.
Nacho Vigalondo deja de lado las ya muy vistas paradojas temporales y las realidades alternativas. Los cronocrímenes se olvida de esas películas que modifican la concepción del tiempo para ajustarse a su historia, y decide ajustar su historia a su concepción del tiempo, que, probablemente, es la más realista que se ha visto en este género.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Es lógico deducir que, si una persona viaja al pasado, la gente del presente se vería afectada por sus acciones ya hechas y tendría recuerdo de ellas, lo que significa que lo que ese viajero del tiempo va descubriendo a medida que avanza en ese pasado ya es conocido en un futuro. Si sus acciones están ya escritas, es de suponer que también lo están las de todos los demás seres vivientes, vengan del pasado, del presente o del futuro.
Podríamos hablar de una línea temporal que está permanentemente activa. Vemos esto en esos momentos en que el Hector pasado, el Hector presente y el Hector futuro coexisten en una misma realidad. El primero llega a casa con la mesa, mientras el segundo lo mira desde lejos y el tercero sale del edificio. Todos están en activo.
Asumiendo esta concepción realista del tiempo, Vigalondo construye un guión donde los bucles temporales no son tanto agujeros vacíos como elementos fascinantes y perfectamente verosimiles. Hector 2 hace lo que ha visto siendo Hector 1. Las motivaciones y las causas que en la primera parte parecían guardar un origen vengativo terminan siendo acciones que replican cosas ya vistas, lo que elimina deliberadamente el tono misterioso de la momia rosa, sustituyendolo por algo incluso grotesco.
Hector 2 ve que va a regresar al pasado, porque, de hecho, ya lo ha hecho. Si permaneciera en el presente, como le suplica el científico, la realidad tendría a dos Hector coexistiendo, siendo uno de ellos una paradoja. Hector va a hacer ese viaje y para ello necesita la pieza que falta en la máquina. La mejor forma de encontrarla es mezclar la casualidad con el destino (aunque el destino en esta acepción se mueve en una línea más lógica y científica de lo que consideramos generalmente). Hector 2 sabe que va a encontrar la pieza que falta, sabe que está en el cesped, sabe que necesita que el científico alumbre en medio de la oscuridad...
El viaje de Hector 2 para convertirse en Hector 3 se da, en parte, por pura desesperación, pero, objetivamente, no tiene la misma concepción que podría tener en una película de paradojas temporales en que el personaje logra cambiar el pasado. Hector 3 sigue sometido a las circunstancias, sigue haciendo lo que ya está hecho: golpear a Hector 2 con la camioneta, hacer gritar a la chica, por no olvidar el novedoso concepto de las palizas intertemporales.
Llegados al final, todos sabemos qué va a hacer y Vigalondo usa la concepción temporal que ha planteado. Hector no cambia el pasado, simplemente interviene en él, tal como tiene que intervenir, ajustandose perfectamente a la teoría temporal y cerrando la historia por completo.
Desde un punto de vista lineal, todo ha terminado incluso antes de que Hector 1 haya viajado en el tiempo.
Podríamos hablar de una línea temporal que está permanentemente activa. Vemos esto en esos momentos en que el Hector pasado, el Hector presente y el Hector futuro coexisten en una misma realidad. El primero llega a casa con la mesa, mientras el segundo lo mira desde lejos y el tercero sale del edificio. Todos están en activo.
Asumiendo esta concepción realista del tiempo, Vigalondo construye un guión donde los bucles temporales no son tanto agujeros vacíos como elementos fascinantes y perfectamente verosimiles. Hector 2 hace lo que ha visto siendo Hector 1. Las motivaciones y las causas que en la primera parte parecían guardar un origen vengativo terminan siendo acciones que replican cosas ya vistas, lo que elimina deliberadamente el tono misterioso de la momia rosa, sustituyendolo por algo incluso grotesco.
Hector 2 ve que va a regresar al pasado, porque, de hecho, ya lo ha hecho. Si permaneciera en el presente, como le suplica el científico, la realidad tendría a dos Hector coexistiendo, siendo uno de ellos una paradoja. Hector va a hacer ese viaje y para ello necesita la pieza que falta en la máquina. La mejor forma de encontrarla es mezclar la casualidad con el destino (aunque el destino en esta acepción se mueve en una línea más lógica y científica de lo que consideramos generalmente). Hector 2 sabe que va a encontrar la pieza que falta, sabe que está en el cesped, sabe que necesita que el científico alumbre en medio de la oscuridad...
El viaje de Hector 2 para convertirse en Hector 3 se da, en parte, por pura desesperación, pero, objetivamente, no tiene la misma concepción que podría tener en una película de paradojas temporales en que el personaje logra cambiar el pasado. Hector 3 sigue sometido a las circunstancias, sigue haciendo lo que ya está hecho: golpear a Hector 2 con la camioneta, hacer gritar a la chica, por no olvidar el novedoso concepto de las palizas intertemporales.
Llegados al final, todos sabemos qué va a hacer y Vigalondo usa la concepción temporal que ha planteado. Hector no cambia el pasado, simplemente interviene en él, tal como tiene que intervenir, ajustandose perfectamente a la teoría temporal y cerrando la historia por completo.
Desde un punto de vista lineal, todo ha terminado incluso antes de que Hector 1 haya viajado en el tiempo.