La película “Gummo” parece ser, a primera vista, un conjunto bodrio de elementos, situaciones, personajes, excesos y abusos cuya “belleza” recae en lo esperpéntico (si así lo quiere tomar el espectador) y que posee una línea argumental sumamente floja y etérea. Estos elementos hacen que la película sea catalagoda como “independiente” y “experimental”, por lo que espontáneamente salen a la luz detractores que comienzan a generar sus análisis fílmicos cuya base es intentar meterse en la fenomenología del pensamiento y de la personalidad del director que analizar la obra en sí.
Si observamos la película quitándonos estos estereotipos de los que se ha hecho fama el cine experimental y juvenil, la obra se disfruta y es rica semióticamente. A mí por lo menos me dejó a pensar para rato, pues me situé en los contextos que refleja la historia, los cuales tristemente existen y desatan actitudes como las que observamos en la “narración”.
Estéticamente, la película es bella pues el manejo técnico de las tomas se aprecia a veces bien planeado y logra darle ese “toque” extra al contenido y atmósfera pesimista que se plantea en la película.
Lejos de hablar sobre el cine en general de Harmony Korine y su persona, veamos la película desde un segundo plano, aquel donde se hace un análisis semántico en base a las imágenes lanzadas y cuya simbología son producto del espectador no del cineasta