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Voto de La Taverna del Mastí:
8
Romance. Drama Jong-Du, un hombre con una leve discapacidad psíquica, acaba de salir de la prisión después de cumplir condena por un atropello accidental. Al volver a casa, su familia no lo recibe precisamente con los brazos abiertos, pero aun así, intentará adaptarse. Un día decide hacer una visita a la familia del hombre muerto en el accidente, y conoce su hija, Gong-Ju, que sufre parálisis cerebral, y a quien su hermano está abandonando en un ... [+]
26 de agosto de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de Lee Chang-dong es hacerlo sobre uno de los realizadores coreanos que ha diseccionado, con mayor pulcritud, la realidad de la sociedad coreana contemporánea. Se podría afirmar de manera tajante que no es un realizador al uso; de igual modo que lo es la historia de su país: Corea del Sur. Sin duda, un país por el que han transitado los intereses de japoneses, chinos o americanos, que ha visto también cómo, tras la ocupación nipona al final de la Segunda Guerra Mundial, le seguía una división interna: la de las dos Coreas. Una división aún no superada, causante de una herida no cicatrizada que se agravó con la llegada de la dictadura en lo años sesenta y que persistió en el país a lo largo de tres décadas.

"Cuando tenía 20 años tenía mis sueños, mis ideales… y eran puros, pero entonces crecí, los perdí, y eso me entristeció". —Confesó en una ocasión Chang-dong—. "Creo que la dictadura y la matanza de Gwangju, de alguna manera, firmaron la sentencia de muerte para una generación entera. Nos hundimos en la desesperación y nos sentimos traicionados. Así que, en cierto sentido, esta traición se convirtió en los cimientos de nuestras vidas."

Se podría decir que el célebre director vivió estos hechos durante la adolescencia, cuando los sueños todavía estaban ahí, creciendo, hasta llegar a Gwangju, la famosa ciudad en la que se perpetró la matanza de civiles más importante en la historia de Corea, producida a principios de los años ochenta, la misma en la cual se enterró a aquella generación a la que él se refiere. Una generación que, por otra parte, fue responsable de la explosión cultural que vivió el país asiático a lo largo de los años noventa, conocida como la nueva ola coreana.

Lee Chang-dong es un cineasta comprometido con la causa, por mostrar la realidad sociopolítica a través de cada uno de sus trabajos, mucho más incluso que el gran Kim Ki-duk; de hecho, Chang-dong aparte de ser un excelente director cinematográfico, así como un novelista de éxito (con dos novelas escritas, "El botín" y "Papeles en llamas", publicadas en 1983 y 1987 respectivamente), fue ministro de cultura durante el mandato de Roh Moo-Hyun (del 25 de febrero de 2003 al 25 de febrero de 2008).

Cambiando de tercio, se puede decir que "a los coreanos les gusta el melodrama", una reveladora afirmación que viene plasmada en el excelente guión de "My Sassy Girl" (Yeopgijeogin geunyeo, 2001) de Kwak Jae-young; que por otra parte, está considerada como una de las comedias románticas más influyentes del cine coreano (hasta tuvo su correspondiente remake norteamericano). Aunque sería más acertado puntualizar que a los espectadores coreanos les apasiona el romance. A los datos me remito. Desde 2004, un 25-35% de las producciones cinematográficas coreanas estrenadas en las pantallas grandes del país son melodramas románticos. Un fenómeno que no se limita al campo cinematográfico sino que se extiende, ejerciendo un efecto de retroalimentación, al mundo televisivo. Dado que los doramas inundan las parrillas televisivas coreanas, al igual que en su país vecino, Japón, despertando un fenómeno fan que traspasa fronteras.

Llegados hasta este punto, el cineasta Lee Chang-dong, tras haber realizado dos filmes previos, "Green Fish" (Chorok mulkogi, 1997) y "Peppermint Candy" (Bakha satang, 2000), quiso realizar un melodrama integrado dentro de su particular visión del cine social. De titulo "Oasis" (Oasiseu, 2002), se trata de un auténtico puñetazo en el estómago, que nos relata la historia de amor entre un joven inadaptado (algo retrasado) que acaba de salir de prisión, y una joven que sufre parálisis cerebral. Dos sujetos marginados, y repudiados por la sociedad, que encuentran su particular isla (u oasis, como bien reza el título), donde su amor tiene cabida.

Un melodrama sin tapujos ni medias tintas. Una acerada crítica social, así como una conmovedora historia de 'amour fou' o comprometido discurso sobre la alteridad. "Oasis" juega en realidad todas esas bazas con notable habilidad y convicción para erigirse en una de las más prestigiosas cintas coreanas de los últimos años, la cual se convertiría en una de las grandes triunfadoras del Festival de Venecia (donde recibió el premio Fipresci a la Mejor Dirección, además del premio Marcello Mastroianni para Moon So-ri como mejor actriz). Un reconocimiento más que merecido para la mejor interpretación femenina que haya podido ver nunca un servidor en una obra cinematográfica. Me faltan los calificativos para describir la monumental encarnación de So-ri, que incluso hasta me hizo dudar de si realmente padecía la minusvalía de su personaje; a pesar de haberla visto en otras películas.

El director rehuye las consabidas aproximaciones humanistas a la problemática de los discapacitados para experimentar más bien con los límites, con toda suerte de límites, que condicionan la posibilidad de comunicación y apostar por un utópico oasis (la pulsión amorosa) en el desierto de una sociedad que se permite, sencillamente, ignorar al Otro, así como aprovecharse de él (sirva como ejemplo la familia de la joven minusválida que vive en un acomodado piso para minusválidos proporcionado por el estado, mientras que la joven pasa su existencia encerrada de mala manera en un cuchitril situado en el extrarradio).

Sin coartadas ni cargantes moralejas, estando por encima de cualquier tipo de convencionalismo, entremezclando con tino la visceralidad de la realidad con pasajes surrealistas que bien pueden recordar al fantástico David Lynch. "Oasis" se escribe desde la pasión e invita a ser contemplado también desde la pasión. En resumidas cuentas, se trata de una obra intensa, emotiva, cruda, por momentos poética y totalmente sublime; aunque no es apta para todos los paladares.
La Taverna del Mastí
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