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Intriga. Drama. Cine negro
Cuando una reclusa condenada por asesinato es trasladada al lugar de la ejecución, debido a una inundación todos tendrán que refugiarse en un convento. Allí una monja tratará de descubrir al verdadero criminal. (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2022
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interior de un vehículo. Una mujer rubia pregunta por su esposo. El conductor contesta que el doctor está en el hospital.
–Dese prisa, Mr. Hamer, ya no aguanto más. Hace semanas que no me levantaba de la cama.
CORTA A
Pasa de largo el coche, la cámara se acerca hacia un cartel. Una sombra lo cruza; entran en cuadro un hombre y un farol.
CORTA A
Un rayo en la tormenta.
CORTA A
Ovejas, personas, paraguas en la lluvia bajo un arco.
Así comienza ‘Tempestad en la cumbre’ –o ‘Trueno en la colina’–. En principio, una obra menor de Douglas Sirk. Presumo una película que tendrá lugar en un espacio reducido, aunque quién sabe. Un melodrama de convento. Una tormenta de pasiones desatadas, una red de envidias y maledicencias. En fin, un agradable pasear con llamas, chimeneas, relámpagos y truenos.
De pronto, en el minuto 17, un plano singular captura mi atención.
[Todo lo que sigue en zona spoiler destripa el desarrollo argumental.]
–Dese prisa, Mr. Hamer, ya no aguanto más. Hace semanas que no me levantaba de la cama.
CORTA A
Pasa de largo el coche, la cámara se acerca hacia un cartel. Una sombra lo cruza; entran en cuadro un hombre y un farol.
CORTA A
Un rayo en la tormenta.
CORTA A
Ovejas, personas, paraguas en la lluvia bajo un arco.
Así comienza ‘Tempestad en la cumbre’ –o ‘Trueno en la colina’–. En principio, una obra menor de Douglas Sirk. Presumo una película que tendrá lugar en un espacio reducido, aunque quién sabe. Un melodrama de convento. Una tormenta de pasiones desatadas, una red de envidias y maledicencias. En fin, un agradable pasear con llamas, chimeneas, relámpagos y truenos.
De pronto, en el minuto 17, un plano singular captura mi atención.
[Todo lo que sigue en zona spoiler destripa el desarrollo argumental.]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Isabel Jeffreys, la mujer del doctor, se peina ante el espejo. A su izquierda, una puerta con un panel de cristal traslúcido; una silueta se recorta en él y abre la puerta. Es el médico.
Me pregunto por qué muestra Sirk de esa manera –un espejo y una sombra– el encuentro del Dr. Edward Jeffreys e Isabel.
[En un segundo visionado, observo que, segundos antes, un plano casi idéntico se nos presentaba con Isabel y la enfermera; el director usa la anáfora para que estemos avizor, no quiere que ese plano quede inadvertido.]
A partir de ahí, tenemos la seguridad de que Edward Jeffreys no es lo que aparenta. Sin conocer aún su crimen, ‘sabemos’ que es culpable. Deslumbra el modo en que ella mira a su marido desde el ‘fondo’ del espejo.
Minuto 23. Dos ventanas en ángulo recto. La lluvia entre las dos. Sister Mary (Claudette Colbert) y Valerie Carns (Ann Blyth), separadas por el agua vertical. La forma de filmar su acercamiento es excelente. Mary será, en adelante, el ángel tutelar de la convicta. La puesta en escena es sencillamente magistral. Al igual que el diálogo del fuego y de la lluvia.
Minuto 32. El doctor Jeffreys (un estupendo Robert Douglas) le dice a su mujer que está mintiendo –tenemos la certeza de que es él el mentiroso–. Se desplaza hacia la izquierda. Las sombras de los frascos con las medicinas y los rombos de la reja en la pared ‘revelan’ el arma criminal. En el siguiente plano, Sister Mary avanza entre las sombras, con la figura de Cristo iluminada.
CORTA A
Mary, usando una linterna, rebusca entre unos frascos. No son los frascos de los fármacos sino los de la despensa, pero la rima visual es evidente. Por si no estuviera suficientemente claro, Sister Josephine, la hermana cocinera, sostiene entre las manos un periódico –el plano previo del doctor finalizaba con él mismo rompiendo el ejemplar que las dos monjas habían dejado encima de la mesa.
Minuto 34. Otra secuencia memorable. La travesía de Willie y Mary a Norwich, entre las aguas lechosas y nubladas –la cinta es un prodigio de iluminación–. La vuelta, una vez que han recogido a Sidney Kingham, es una sencilla elipsis adecuada.
Minuto 41. Tras el reencuentro de los dos enamorados (Valerie y Sidney) Mary descorre la cortina (que cubre la misma ventana del plano del minuto 23). La luz lo inunda todo. Esta vez no hay rastro de la lluvia. Cuando vemos de nuevo esa ventana (muy poco después), reaparecen las gotas de agua en el cristal, estableciendo un paralelismo exquisito con las lágrimas de Valerie; lágrimas que acaban derramadas tenuemente.
Minuto 60. Una sombra –no puede ser otra que la del doctor– golpea a Willie por la noche. Ya sólo queda disfrutar del desenlace.
Minuto 76. Sister Mary lleva a Isabel Jeffreys delante del espejo (el espejo desde cuyo fondo, en el minuto 17, miraba a su marido). Pese al vaivén, acabamos viendo su reflejo.
[Se ha señalado con acierto la similitud de las escenas-campanario al final de Vértigo y la Tempestad que nos ocupa. Aunque lo que de verdad acerca a ambos directores es el ‘desprecio’ por lo verosímil-coherente y el amor por una forma genuina de hacer cine.]
Con la blanca ‘ascensión’ de Sister Mary concluye la película.
===
La dirección de Douglas Sirk es formidable. Su talento para adaptar los recursos escénicos al medio cinematográfico difícilmente tiene parangón.
Nos regala un plano en el minuto 17 que cifra todo un film, toda una trama, un precioso plano en que conviven, superpuestos, el impoluto Dr. Jeffreys y su alter ego Mr. Hyde.
Me pregunto por qué muestra Sirk de esa manera –un espejo y una sombra– el encuentro del Dr. Edward Jeffreys e Isabel.
[En un segundo visionado, observo que, segundos antes, un plano casi idéntico se nos presentaba con Isabel y la enfermera; el director usa la anáfora para que estemos avizor, no quiere que ese plano quede inadvertido.]
A partir de ahí, tenemos la seguridad de que Edward Jeffreys no es lo que aparenta. Sin conocer aún su crimen, ‘sabemos’ que es culpable. Deslumbra el modo en que ella mira a su marido desde el ‘fondo’ del espejo.
Minuto 23. Dos ventanas en ángulo recto. La lluvia entre las dos. Sister Mary (Claudette Colbert) y Valerie Carns (Ann Blyth), separadas por el agua vertical. La forma de filmar su acercamiento es excelente. Mary será, en adelante, el ángel tutelar de la convicta. La puesta en escena es sencillamente magistral. Al igual que el diálogo del fuego y de la lluvia.
Minuto 32. El doctor Jeffreys (un estupendo Robert Douglas) le dice a su mujer que está mintiendo –tenemos la certeza de que es él el mentiroso–. Se desplaza hacia la izquierda. Las sombras de los frascos con las medicinas y los rombos de la reja en la pared ‘revelan’ el arma criminal. En el siguiente plano, Sister Mary avanza entre las sombras, con la figura de Cristo iluminada.
CORTA A
Mary, usando una linterna, rebusca entre unos frascos. No son los frascos de los fármacos sino los de la despensa, pero la rima visual es evidente. Por si no estuviera suficientemente claro, Sister Josephine, la hermana cocinera, sostiene entre las manos un periódico –el plano previo del doctor finalizaba con él mismo rompiendo el ejemplar que las dos monjas habían dejado encima de la mesa.
Minuto 34. Otra secuencia memorable. La travesía de Willie y Mary a Norwich, entre las aguas lechosas y nubladas –la cinta es un prodigio de iluminación–. La vuelta, una vez que han recogido a Sidney Kingham, es una sencilla elipsis adecuada.
Minuto 41. Tras el reencuentro de los dos enamorados (Valerie y Sidney) Mary descorre la cortina (que cubre la misma ventana del plano del minuto 23). La luz lo inunda todo. Esta vez no hay rastro de la lluvia. Cuando vemos de nuevo esa ventana (muy poco después), reaparecen las gotas de agua en el cristal, estableciendo un paralelismo exquisito con las lágrimas de Valerie; lágrimas que acaban derramadas tenuemente.
Minuto 60. Una sombra –no puede ser otra que la del doctor– golpea a Willie por la noche. Ya sólo queda disfrutar del desenlace.
Minuto 76. Sister Mary lleva a Isabel Jeffreys delante del espejo (el espejo desde cuyo fondo, en el minuto 17, miraba a su marido). Pese al vaivén, acabamos viendo su reflejo.
[Se ha señalado con acierto la similitud de las escenas-campanario al final de Vértigo y la Tempestad que nos ocupa. Aunque lo que de verdad acerca a ambos directores es el ‘desprecio’ por lo verosímil-coherente y el amor por una forma genuina de hacer cine.]
Con la blanca ‘ascensión’ de Sister Mary concluye la película.
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La dirección de Douglas Sirk es formidable. Su talento para adaptar los recursos escénicos al medio cinematográfico difícilmente tiene parangón.
Nos regala un plano en el minuto 17 que cifra todo un film, toda una trama, un precioso plano en que conviven, superpuestos, el impoluto Dr. Jeffreys y su alter ego Mr. Hyde.