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España España · Madrid
Voto de Servadac:
7
Comedia. Romance. Fantástico Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer... (FILMAFFINITY)
28 de mayo de 2011
130 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
Midnight in Paris comienza con un pequeño ciclo de postales. Acto seguido, una familia de pijos estadounidenses (superficiales, bufos, repulsivos), entra en escena. Todo huele a crítica feroz de espuma y palomitas: personajes de una pieza, buenos chistes, técnica impoluta, un sosias –otro más, pero ninguno me complace tanto como el genuino– del propio Woody Allen en el papel protagonista.

Acomodados en la butaca, dispuestos a disfrutar de este paseo en bateau-mouche por las aceras de ‘Paris, la nuit’, un coche antiguo nos recoge…

…y nos conduce a otra París idealizada (esa luz, nocturna y ocre, es menos de la capital francesa que de Allen), retratada en brillo (no en profundidad), con personajes bufos de una pieza, buenos chistes, técnica impoluta y el sosias de Woody campando alucinado por los Campos Elíseos de una pasión que en él es llama doble: el arte (los artistas) y el eterno femenino.

Los artistas, esos cómicos, son satirizados sin piedad y con cariño; en el fondo, se nos dice, son inocuos en vida y fértiles en obra. Los otros, los no artistas –el profesor pedante, la mujer florero, los padres ultraconservadores y clasistas, la idea gris del funcionario made in Hollywood– son caricaturizados sin atisbo de cariño y sin piedad, pero con mucha gracia.

El conjunto es algo desigual y francamente divertido. Woody Allen, en la orilla de su vida, se nos muestra nostálgico y mordaz. Se parapeta frente al miedo ante la muerte con sus dos queridas y canónicas eternidades: el Arte y la Mujer.

Existe, para él, la Edad de Oro. Y es que cada uno de nosotros alberga en su interior una pléyade particular de genios y poetas –es curioso observar cómo se imbrica el arte en el tejido de la vida, cómo se teje y se desteje nuestra historia personal en el tapiz de obras, sitios y recuerdos que configuran la memoria.

El tiempo pasa, la Edad de Oro adopta la forma idealizada de un pretérito irreal –o, más bien, hiperreal en tanto que evocación perfecta, plena y muy presente del pasado.

El eterno femenino, para Allen, es una carrera de relevos en la que, en toda época y lugar, habrá una jovencita que nos lleve de la mano en dirección contraria a la guadaña. Ya se sabe que Eros es el gran antagonista de la Muerte.

¿Y el Arte? El Arte es un divertimento. Los artistas son ridículos farsantes con encanto. Pero sin esa farsa, el aire de este mundo sería irrespirable.

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Woody, el viejo Woody, no puede ser más transparente en su mensaje: que exista siempre una mujer con quien sentir, a orillas de algún Sena, el penúltimo disco de Cole Porter.
Servadac
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