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España España · Madrid
Voto de Servadac:
8
Drama Cabiria es una prostituta que ejerce como tal en uno de los barrios más pobres de Roma. Sueña, sin embargo, con encontrar el amor verdadero, un hombre que la aparte de la calle y a quien pueda entregarse en cuerpo y alma. Su bondad y su ingenuidad la convierten en víctima propicia de sucesivos vividores que se aprovechan de ella, le roban y la golpean. A pesar de sus fracasos, recobra la esperanza una y otra vez. (FILMAFFINITY)
20 de agosto de 2010
133 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las noches de Cabiria no son las noches que se espera de una prostituta. Tres noches y tres fábulas, a cual más sorprendente: la improbable velada con un actor famoso; la visita a los infiernos con el buen samaritano (aquí la noche desemboca en el amanecer); y el espectáculo de magia e hipnotismo en un local llamado Lux –antesala de un idilio novelero.

Tres noches y tres hombres. El primero es la frivolidad, el lujo hortera y las burbujas; el segundo es todo compasión (comparte sin buscar publicidad ni reconocimiento, consciente de que sus acciones no son más que una gotita de piedad en un caudal inmenso de pobreza); y el tercero es la promesa de felicidad.

Podría hablar del tratamiento de lo religioso en la película: ritos, almas, procesiones, ironías. O de los excelentes personajes secundarios: la prostituta revirada, el tío lisiado, el fraile Giovanni, la amiga Wanda... O del uso fértil del lenguaje callejero. Podría detenerme en los detalles: el paraguas de Cabiria, su chaqueta mugrienta, la vela que se apaga, la presencia material de los billetes… O en el tono de tragicomedia, tan logrado. Esos aspectos se disfrutan sin necesidad de ponderarlos a priori.

El italiano retrata la prostitución sin enseñarnos el acto sexual. Lo más cerca que estamos de ver a Cabiria faenando es cuando sube en un camión con un cliente. Pero Fellini corta y aparece la protagonista abandonada en medio de ninguna parte. El buen samaritano la recoge. Más adelante, Cabiria vislumbra su futuro al encontrarse con una prostituta avejentada, que vive en la miseria.

No desvelaré los pormenores de la trama ni diré cuál es el desenlace. Pero esta cinta se degusta más a la segunda, conociendo previamente la última secuencia, una secuencia deslumbrante que desnuda el alma de Cabiria. Verla con ella en mente multiplica efectos, alegrías, tristezas, desengaños. Amplifica sufrimientos y sonrisas. Como si la piedra final le diera nueva luz al edificio.

Cuando todo parecía listo para una conclusión convencional y pulcra, Fellini se la juega con una serie de planos en que muestra al ave fénix, el pájaro de ensueño que renace de entre sus cenizas. En ese punto, la ilusión del cine llega al corazón.
Servadac
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