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España España · Madrid
Voto de Servadac:
6
Serie de TV. Ciencia ficción. Thriller Serie de TV (2015-2019). 4 temporadas. 40 episodios. Adaptación de la novela homónima de Philip K. Dick "El hombre en el castillo". Las fuerzas del Eje (Alemania y Japón) ganaron la II Guerra Mundial y ahora Estados Unidos está dividida en tres partes. Joe Blake, un luchador de la resistencia, parte de la Nueva York alemana con un misterioso cargamento hacia la zona neutral de Colorado. Por su parte, en la San Francisco japonesa, ... [+]
21 de agosto de 2020
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy muy amante de las series, de lo prefabricado y repetido. Los automóviles, para mí, son sólo un medio de transporte. La producción industrial es sin duda un gran avance, pero su ingeniería no me llega al corazón. La tecnocracia rara vez nos lleva mar adentro.

‘El hombre en el castillo’ es irregular y entretenida. Toda ucronía puede ser, en principio, fascinante: ¿qué hubiera sucedido si el Eje hubiese ganado a los Aliados? Un mundo cuántico de universos paralelos es una puerta abierta a la aventura.

La dirección es funcional. Música, ángulos, fotografía. La ambientación es convincente, pese a ciertos chirridos CGI. El nivel actoral es discreto, rozando lo mediocre. Tres son los actores que aparecen en la totalidad de los capítulos: Alexa Davalos (Juliana Crain), Joel de la Fuente (Inspector Kido) y Rufus Sewell (John Smith). El desempeño de los dos primeros es, por momentos, deplorable. Alexa Davalos carece de recursos interpretativos (no es, ni de lejos, la mantis religiosa que se presume en el guión) y Joel de la Fuente es una mueca. Sólo Rufus Sewell raya a buena altura, con esa mirada levemente estrábica y la voz sibilante y quebradiza.

Sonroja el abuso del montaje alterno, sobre todo en los finales; y la sobredosis permanente de alcohol y cigarrillos para darle ritmo a las secuencias (pocas veces he visto fumar y beber tan torpemente delante de una cámara). Sorprende, para mal, la desaparición abrupta de algunos personajes, lo que hace sospechar complicaciones de agenda, premura o producción.

Hawthorne Abendsen, el hombre en el castillo, es un McGuffin; carente de peso y de carisma. El auténtico gurú es Nobusuke Tagomi, ministro de comercio, personaje no del todo aprovechado. La primera partida de rebeldes, ásperos y desabridos, entiende, con Sartre, que el terrorismo es la bomba atómica de los pobres; provocan, por ello, un fondo ético de náusea en el espectador. Pero, por desgracia, van siendo sustituidos por versiones mucho más edulcoradas de la Resistencia, hasta desembocar en un penoso Frente Negro Comunista y un ridículo Robin Hood guaperas irlandés (mezcla de Mortadelo y maniquí) llenos de empatía, nobleza y buenos sentimientos. Un planteamiento perfectamente comercial que tranquiliza las conciencias y aplana las neuronas. Lástima, porque en la ambigüedad moral, apuntada en sus inicios, estaba el plato fuerte del menú.

Y llegamos al protagonista verdadero: John Smith. Como Al Swearengen (Ian McShane) en Deadwood, John Smith se adueña de la serie. El nombre no es casual; John Smith podría ser cualquiera. Dice Joseph Ratzinger que “es el individuo quien da sentido al todo y no al revés”. John Smith es, en mi opinión, la médula de 'El hombre en el castillo'. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez cómo sería uno mismo en otras circunstancias? ¿Quién no ha fabulado alguna vez otra existencia? No hablo sólo de una simple dualidad –Dr. Jekyll, Mr. Hyde– sino de la posibilidad de que una decisión, un hecho, una persona… nos cambie de manera decisiva.

John Smith nos sienta, sin la menor compasión, delante del espejo. Sólo por ese incómodo viaje merece la pena el recorrido.
Servadac
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