Un pastor que vive con su mujer es una isla escocesa, se derrumba cuando se entera que la mina que le daba vida a esa isla, se cierra. Los habitantes de la misma ante esto, deciden mudarse por la falta de trabajo y provoca la desesperación del pastor, por la perdida de fieles y el inevitable cierre de su parroquia. También hay que sumarle la llegada de un visitante inesperado a su casa, que saca a la luz la verdadera personalidad tanto de él como la de su mujer.
Aquí comienza una historia atrapante e inquietante, protagoniza por un soberbio Damian Lewis como el pastor y una gran Andrea Riseborough, como la desdichada y abnegada mujer de él.
Ese paisaje de absoluta soledad, con ese viento implacable, el ver solo campo y mar, le da una atmósfera especial que colabora con un guión que no afloja en casi ningún momento, aunque a veces algunas escenas se tornan aburridas o lentas y pueden bajar el interés, no empañan el resto de la peli.
Es recomendable por la labor actoral, por la historia, por la fotografía y sobre todo por el mensaje que deja sobre lo que provoca la práctica de algunas religiones en las personas.
Sin ser perfecta, es agradable de ver y te atrapa sin que te des cuenta.