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Drama
Después de haber sido despedido, el vigilante de un museo (Travolta) secuestra a un grupo de niños con el fin de recuperar su puesto de trabajo. Un veterano reportero (Hoffman) que necesita recuperar el prestigio perdido, intenta conseguir la primera crónica del suceso. (FILMAFFINITY)
9 de marzo de 2011
25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Costa-Gavras, un director siempre comprometido y autor de películas como ‘Z’ (crítica a la dictadura militar griega), ‘Missing’ (crítica al golpe de estado de Pinochet en Chile) o ‘Amén’ (crítica al silencio del Vaticano durante el Holocausto) pone su incisiva cámara a disposición de una historia sobre el cuarto poder en la más que interesante ‘Mad City’. El director franco-griego nos muestra hasta dónde puede llegar la prensa más sensacionalista en el tratamiento de una noticia. Describe una prensa completamente ajena al concepto de objetividad, sin ningún tipo de implicación emocional con los protagonistas de la noticia y que piensa exclusivamente en su propio beneficio.
‘Mad City’ es una película tremendamente pesimista sobre el mundo del periodismo, ya que casi ningún personaje muestra ningún rasgo noble. Los periodistas son presentados como personas interesadas, insensibles y egoístas, aunque algunos como el protagonista Max Brackett (Dustin Hoffman) evolucionan hacia una especie de redención, mientras otros como la ‘novata’ Laurie (Mia Kirshner) van pervirtiéndose influenciados por el ambiente que les rodea. Solo el más veterano, Lou Potts (Robert Prosky), mantiene su integridad aunque es ignorado por un mundo muy distinto al que él conociera en su juventud. Toda la historia está presentada de manera exagerada y quizás en ese punto esté su mayor defecto, al volverse demasiado evidente y poco creíble en determinados momentos. Otra pega es que la historia no es nueva, ya que Billy Wilder nos contó algo parecido en ‘El Gran Carnaval’.
‘Mad City’ es una película tremendamente pesimista sobre el mundo del periodismo, ya que casi ningún personaje muestra ningún rasgo noble. Los periodistas son presentados como personas interesadas, insensibles y egoístas, aunque algunos como el protagonista Max Brackett (Dustin Hoffman) evolucionan hacia una especie de redención, mientras otros como la ‘novata’ Laurie (Mia Kirshner) van pervirtiéndose influenciados por el ambiente que les rodea. Solo el más veterano, Lou Potts (Robert Prosky), mantiene su integridad aunque es ignorado por un mundo muy distinto al que él conociera en su juventud. Toda la historia está presentada de manera exagerada y quizás en ese punto esté su mayor defecto, al volverse demasiado evidente y poco creíble en determinados momentos. Otra pega es que la historia no es nueva, ya que Billy Wilder nos contó algo parecido en ‘El Gran Carnaval’.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Si el mundo del periodismo queda en mal lugar, no es mucho mejor el cuadro que nos ofrece de la opinión pública, presentada como un mecanismo voluble, manejable y poco inteligente. La persuasión que los medios de comunicación ejercen sobre las personas queda reflejada en situaciones como el circo mediático que se forma alrededor del museo, con venta de ‘merchandising’ incluido. Al mismo tiempo los medios también se ven enormemente influidos por la opinión pública a través de las encuestas, que dictan sus estrategias futuras. Y la política tampoco se salva, ya que la policía está pendiente de la reacción de la opinión pública a la hora de actuar (o no) ante el delincuente (o héroe). En medio de todo ese maremágnum se encuentra el protagonista de la noticia, Sam Baily (John Travolta), un hombre que acaba de perder su trabajo y que casi sin darse cuenta secuestra un museo lleno de niños, convirtiéndose de la noche a la mañana en la persona más conocida de EE UU y en una marioneta en manos de la prensa.
El museo y sus alrededores se convierten en un microcosmos de la sociedad actual en el que cada uno vela por sus propios intereses, olvidándose del prójimo y su sufrimiento. Así surgen oportunistas impulsados por el poder de la imagen y la influencia de la televisión, en busca de los 15 minutos de gloria de los que hablara Andy Warhol. Este medio es descrito como un hábitat terriblemente competitivo en el que cuanto menos escrúpulos, mejor. Esto lo personifican Kevin Hollander, el presentador estrella interpretado por Alan Alda y los jóvenes directivos de la televisión, que desde la sombra mueven los hilos totalmente ajenos a las implicaciones de la noticia. En definitiva una película sobre las perversiones del periodismo y que sirve de toque de atención para todos aquellos que se dedican o piensan dedicarse a dicha profesión.
El museo y sus alrededores se convierten en un microcosmos de la sociedad actual en el que cada uno vela por sus propios intereses, olvidándose del prójimo y su sufrimiento. Así surgen oportunistas impulsados por el poder de la imagen y la influencia de la televisión, en busca de los 15 minutos de gloria de los que hablara Andy Warhol. Este medio es descrito como un hábitat terriblemente competitivo en el que cuanto menos escrúpulos, mejor. Esto lo personifican Kevin Hollander, el presentador estrella interpretado por Alan Alda y los jóvenes directivos de la televisión, que desde la sombra mueven los hilos totalmente ajenos a las implicaciones de la noticia. En definitiva una película sobre las perversiones del periodismo y que sirve de toque de atención para todos aquellos que se dedican o piensan dedicarse a dicha profesión.