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Voto de Kahneman:
7
6,6
242
Drama. Romance
En el año 1862, en una ciudad piamontesa, Giorgio Bacchetti, capitán de un regimiento de caballería, conoce a Chiara, una bella mujer casada y madre de familia. Se enamoran al instante y son felices hasta que a Giorgio lo trasladan a una guarnición cerca de la frontera. Como todos los oficiales, Giorgio cena en la mesa del Coronel, en la que siempre hay un lugar vacío, el que corresponde a la prima del Coronel, una mujer que casi ... [+]
23 de junio de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta Ettore Scola. Recordaba con agrado dos maravillosas películas suyas (la familia y una jornada particular) cuando me dispuse a ver esta que tiene un título tan sugestivo. El comienzo no pudo ser mejor. Con una espléndida fotografía, la cámara deambula con elegancia, sin prisas, mostrándonos unos personajes cargados de sensibilidad y romanticismo a los que opone la vida prosaica y convencional de una guarnición militar (ver spoiler 1). Pero sin que cese ese aire bello y decadente que nos recuerda a las películas de Visconti, la película se va alargando de forma no muy afortunada, para acabar en un final absurdo y decepcionante (ver spoiler 2).
La nota, difícil de poner, si su comienzo merecía un 10, su final no pasaría de un 4, por lo que haciendo la media nos quedamos con un 7.
La nota, difícil de poner, si su comienzo merecía un 10, su final no pasaría de un 4, por lo que haciendo la media nos quedamos con un 7.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
(1) Hay un momento en la mesa en la que comen los oficiales, en que el médico al sentarse coloca sobre ella una moneda de oro, que luego retira al marcharse. Esto es sin duda una recreación de lo que hacía Schopenhauer, el famoso filósofo huraño, solitario y pesimista del siglo XIX, que iba todos los días a comer solo a una tasca a la que acudían numerosos oficiales del ejército. Al llegar ponía encima de la mesa una valiosa moneda de oro que volvía a coger al marcharse. Preguntado porqué lo hacía, decía que se la daría a los niños del hospicio cuando los oficiales sentados en el comedor conversaran «aunque fuera solo una vez, de otra cosa más sustanciosa que sus perros, caballos o mujeres»." Quería hacer así patente la falta total de sintonía que existía entre él y la sociedad en la que le había tocado vivir. Idéntico propósito tiene probablemente Scola al introducirlo en su película. Justifica así a Fosca, la prima del coronel, que, persona muy sensible, enfermiza e increíblemente fea, necesita recluirse en sus habitaciones porque no soporta la vida de los soldados de la guarnición de su primo ni la falta absoluta de interés que ella despierta por su falta de atractivo físico y diferente sensibilidad.
(2) Giorgio, el capitán destinado a esa guarnición, se ve obligado a alternar con el coronel y su prima, que inevitablemente cae locamente enamorada. Scola se embarca entonces en la difícil tarea de hacer creíble que primero por obligación, después por compasión y finalmente por admiración Giorgio acabe apreciando y correspondiendo a Fosca y decida abandonar a su amante, la bella Chiara (nada menos que Laura Antonelli) de la que estaba profundamente enamorado. Esto Scola lo logra solo a medias, lo que es una pena, porque aunque difícil que ocurra, en amor todo es posible y es todo un reto mostrar como un ser humano tras ser arrastrado en primera instancia por la belleza, puede acabar valorando más otros atributos mucho más escondidos pero menos perecederos. Y cuando ya aceptamos esta situación, el director precipita la película en un final terrible, absurdo que solo tendría sentido si Giorgio se hubiera negado a corresponder a Fosca.
(2) Giorgio, el capitán destinado a esa guarnición, se ve obligado a alternar con el coronel y su prima, que inevitablemente cae locamente enamorada. Scola se embarca entonces en la difícil tarea de hacer creíble que primero por obligación, después por compasión y finalmente por admiración Giorgio acabe apreciando y correspondiendo a Fosca y decida abandonar a su amante, la bella Chiara (nada menos que Laura Antonelli) de la que estaba profundamente enamorado. Esto Scola lo logra solo a medias, lo que es una pena, porque aunque difícil que ocurra, en amor todo es posible y es todo un reto mostrar como un ser humano tras ser arrastrado en primera instancia por la belleza, puede acabar valorando más otros atributos mucho más escondidos pero menos perecederos. Y cuando ya aceptamos esta situación, el director precipita la película en un final terrible, absurdo que solo tendría sentido si Giorgio se hubiera negado a corresponder a Fosca.