Peliculilla de serie B algo cutre y con una muy evidente falta de presupuesto, que no por ello deja de entretener aunque en muy justa medida.

El filme comienza como si de un hecho real se tratase, para ponernos en situación acerca de un extraño suceso que ocurrió en un pequeño pueblo de Georgia. Todo comienza con una tormenta eléctrica que produce unos extraños efectos en una granja de gusanos. Los bichos se vuelven más voraces y parecen multiplicarse, provocando muerte y destrucción por donde pasan.

La cinta continua con el auge de películas de animales peligrosos que puso de moda Steven Spielberg con “Tiburón” (1975). En este caso, los gusanos son los responsables de producir la repelencia en el espectador sobre todo en las escenas en las que salen auténticos gusanos vivos a montones, pero ya no tanto en el resto de escenas. La historia se desarrolla bajo el punto de vista de una pareja de jóvenes, un chico de ciudad y su novia, que vive con su hermana y su madre en el pueblo.

Sin que resulte emocionante o produzca tensión, la película cuenta con unos efectos de maquillaje vistosos y su ritmo, aunque algo lento, no resulta tan aburrido. Los actores son semidesconocidos pero sus registros, aunque no sean creíbles, son aceptables para una cinta de este tipo.

Se deja ver pero con precaución.