Simpática cinta de terror, en la que un mandril loco fastidia un juego de rol que crean unos individuos en una especie de hospital universitario.

La premisa hubiera dado frutos más interesantes si hubiera caído en manos de un guionista más competente. El guion es más simple que una piedra, por no hablar de las actuaciones de todo el elenco. El héroe rubiales (Christopher Atkins) tiene los registros dramáticos de una berenjena, al igual que sus compañeros de un reparto de lo más estereotipado (el chico de color, la chica mona...) El ritmo es cansino, a la película le cuesta arrancar y pone a prueba la paciencia de un espectador ávido de algo de sangre y casquería que tarda demasiado en llegar.

Las apariciones del mandril trastornado son los mejores momentos de la cinta. Sus persecuciones, sus ataques... lo hacen el personaje más carismático y con más cerebro de todos. La última media hora es especialmente tensa, con ese juego del gato y el ratón, y alguna que otra escena como la de los aseos.

A pesar de los malos ingredientes, el conjunto no carece de atractivo, con ese toque de excéntrica cutrez que impregna toda la cinta. Es una serie B de un par de directores advenedizos que acaba siendo resultona, para sorpresa final del sufrido espectador y, seguramente, también para sorpresa de los directores.