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Voto de Especialista Mike:
7
6,6
64
Thriller. Ciencia ficción
Un científico inventa una bomba bastante peligrosa que puede poner en peligro la estabilidad de la humanidad y la Paz Mundial. Inspirada en una historia de Karel Capek (el mismo creador del término "robot"). (FILMAFFINITY)
27 de agosto de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El argumento. En un hospital, los doctores atienden a un hombre agonizante de identidad desconocida. En delirios, éste recuerda su historia. Se llama Prokop y es un científico. Ha ingeniado un explosivo potentísimo (el krakatit) del que se siente responsable por su capacidad de destrucción de la humanidad.
El contexto de la película. 1947. Hace dos años estalló la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Los comunistas llegarán al poder al año siguiente en Checoslovaquia. La Guerra Fría todavía no había empezado a cocerse, pero Vávra anticipa su devenir en toda su amplitud con esta obra, que injustamente es poco conocida desde entonces.
El estilo. Onírico; me atrevería a decir que surrealista. La oscuridad y la neblina están omnipresentes. Los personajes, turbios. Expresionista y pesadillesco al mejor estilo del film noir. La música de Jirí Srnka encaja perfectamente con el hiperbólico mundo que se nos manifiesta.
La dirección. Se agiganta, por ejemplo, en la secuencia inolvidable de las flores, en la que el tiempo se detiene. Una muestra de cómo Vávra expresa, tan sólo con recursos visuales, que todo ese mundo sale de las pesadillas de Prokop; o más bien de su sentimiento de culpabilidad.
El visionado. Difícil. Al principio se tiene la sensación de estar ante una historia convencional de intrigas que nos explique, de paso, la llegada de Prokop al hospital. Pero hacia la mitad se abandona la idea de seguir un hilo argumental. La transición de un episodio a otro no tiene más lógica que la de un sueño. No hay engaño. Desde el inicio, un letrero nos advierte de que “la acción tiene lugar en la fantasía de un sueño afiebrado”.
Pero a cambio, una recompensa. El discurso sobre el krakatit es lúcido y ofrece cierto hilo conductor en los desvaríos de Prokop. “Krakatit” anticipa la histórica carrera armamentista pronto a desatarse y que también, como en la realidad, se revelará absurda. Los autoengaños de Prokop de una pax romana recalca el engañoso discurso de ambos bandos durante la Guerra Fría. El diplomático D’Hemon (el Demonio vestido de cordero) tiene toda la sartén por el mango, como si Vávra sugiriera que el aparato diplomático es la continuación de la guerra por otros medios.
Un consejo al espectador. No espere una historia de intrigas. Es una película surrealista. Pero tampoco desespere: no es Buñuel ni Lynch. Hay un denso simbolismo que impregna todos los episodios y permite cierta interpretación global. El krakatit y las intrigas son detonantes, el resto constituye la expiación onírica de Prokop.
“Krakatit” es “El gabinete del Dr. Caligari” checoslovaco. Fruto de una sociedad que acaba de salir de una locura y está a punto de meterse en otra. En esos años de crisis en el país eslavo, Vávra expresa la incertidumbre ante el régimen entrante y nos advierte con lucidez (en la forma de una pesadilla excesiva) el sinsentido de la Guerra Fría.
Totalmente recomendable.
El contexto de la película. 1947. Hace dos años estalló la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Los comunistas llegarán al poder al año siguiente en Checoslovaquia. La Guerra Fría todavía no había empezado a cocerse, pero Vávra anticipa su devenir en toda su amplitud con esta obra, que injustamente es poco conocida desde entonces.
El estilo. Onírico; me atrevería a decir que surrealista. La oscuridad y la neblina están omnipresentes. Los personajes, turbios. Expresionista y pesadillesco al mejor estilo del film noir. La música de Jirí Srnka encaja perfectamente con el hiperbólico mundo que se nos manifiesta.
La dirección. Se agiganta, por ejemplo, en la secuencia inolvidable de las flores, en la que el tiempo se detiene. Una muestra de cómo Vávra expresa, tan sólo con recursos visuales, que todo ese mundo sale de las pesadillas de Prokop; o más bien de su sentimiento de culpabilidad.
El visionado. Difícil. Al principio se tiene la sensación de estar ante una historia convencional de intrigas que nos explique, de paso, la llegada de Prokop al hospital. Pero hacia la mitad se abandona la idea de seguir un hilo argumental. La transición de un episodio a otro no tiene más lógica que la de un sueño. No hay engaño. Desde el inicio, un letrero nos advierte de que “la acción tiene lugar en la fantasía de un sueño afiebrado”.
Pero a cambio, una recompensa. El discurso sobre el krakatit es lúcido y ofrece cierto hilo conductor en los desvaríos de Prokop. “Krakatit” anticipa la histórica carrera armamentista pronto a desatarse y que también, como en la realidad, se revelará absurda. Los autoengaños de Prokop de una pax romana recalca el engañoso discurso de ambos bandos durante la Guerra Fría. El diplomático D’Hemon (el Demonio vestido de cordero) tiene toda la sartén por el mango, como si Vávra sugiriera que el aparato diplomático es la continuación de la guerra por otros medios.
Un consejo al espectador. No espere una historia de intrigas. Es una película surrealista. Pero tampoco desespere: no es Buñuel ni Lynch. Hay un denso simbolismo que impregna todos los episodios y permite cierta interpretación global. El krakatit y las intrigas son detonantes, el resto constituye la expiación onírica de Prokop.
“Krakatit” es “El gabinete del Dr. Caligari” checoslovaco. Fruto de una sociedad que acaba de salir de una locura y está a punto de meterse en otra. En esos años de crisis en el país eslavo, Vávra expresa la incertidumbre ante el régimen entrante y nos advierte con lucidez (en la forma de una pesadilla excesiva) el sinsentido de la Guerra Fría.
Totalmente recomendable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Imposible terminar sin spoiler después de ver una película con tanta amplitud de sentidos.
La carta que le entrega la Dama del velo a Prokop. Esta escena sucede luego de que Tomes “le robe” el secreto del krakatit a Prokop. La carta podría representar el detonante que pone a Prokop en movimiento en búsqueda de la fórmula robada. Como los McGuffin en las películas de Hitchcock (porque el contenido de la carta es irrelevante).
La Princesa. En una imagen, está sin rostro y representa la impersonalidad del Estado. En la misma imagen aparecen aunados “cama y trono”: la fría utilización del sexo como arma política.
El diplomático D’Hemon “tienta” a Prokop: le ofrece el poder sobre el mundo y sus ciudades. La referencia es el pasaje bíblico de las tres tentaciones de Jesús. En efecto, esta secuencia parece recapitular las vicisitudes de Prokop (una de ellas, la Princesa sin rostro) para destruir el krakatit.
Mis partes favoritas: el paraíso perdido de Tynice y la conversación final en la carreta. Hay que recordar que Prokop llega a Tynice en la mencionada carreta. Mi interpretación del final: da la impresión de que Prokop muere regresando a su paraíso perdido de la aldea de Tynice, donde abandonó un amor puro y virginal. El Viejo cartero parece personificar la muerte, que se compadece tiernamente de su sufrido protagonista.
La carta que le entrega la Dama del velo a Prokop. Esta escena sucede luego de que Tomes “le robe” el secreto del krakatit a Prokop. La carta podría representar el detonante que pone a Prokop en movimiento en búsqueda de la fórmula robada. Como los McGuffin en las películas de Hitchcock (porque el contenido de la carta es irrelevante).
La Princesa. En una imagen, está sin rostro y representa la impersonalidad del Estado. En la misma imagen aparecen aunados “cama y trono”: la fría utilización del sexo como arma política.
El diplomático D’Hemon “tienta” a Prokop: le ofrece el poder sobre el mundo y sus ciudades. La referencia es el pasaje bíblico de las tres tentaciones de Jesús. En efecto, esta secuencia parece recapitular las vicisitudes de Prokop (una de ellas, la Princesa sin rostro) para destruir el krakatit.
Mis partes favoritas: el paraíso perdido de Tynice y la conversación final en la carreta. Hay que recordar que Prokop llega a Tynice en la mencionada carreta. Mi interpretación del final: da la impresión de que Prokop muere regresando a su paraíso perdido de la aldea de Tynice, donde abandonó un amor puro y virginal. El Viejo cartero parece personificar la muerte, que se compadece tiernamente de su sufrido protagonista.