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Argentina Argentina · Colastiné
Voto de Adela Hache:
6
Drama Después de una dura campaña al frente del Ejército del Norte, Juan José Castelli (1764-1812) cae en desgracia como revolucionario y queda solo, enfermo y empobrecido. Es entonces cuando rememora los momentos claves de su vida y los hechos históricos en los que su presencia fue decisiva. Se reconstruye así su enérgico apoyo a la Revolución de Mayo de 1810, el Cabildo Abierto del 22 de Mayo, la jura del 25, el fusilamiento de Santiago de ... [+]
20 de octubre de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela del escritor argentino Andrés Rivera, ganadora en 1992 del Premio Nacional de Literatura, la película de Nemesio Juárez traspone en imágenes una reflexión crítica sobre el destino de los más fervientes héroes de la Revolución de Mayo.

La película rinde un claro homenaje a los protagonistas que vivieron los ideales de la Revolución en los albores de la patria, con mayor coherencia y pasión: Castelli, Moreno, Belgrano, Monteagudo... Ilumina el perfil de esos hombres que ocuparon un lugar decisivo en la historia argentina y sin embargo terminaron en soledad, empobrecidos y olvidados.

El punto de vista recae en una figura nublada en el recuerdo oficial: Juan José Castelli (Lito Cruz), llamado “el Orador de Mayo” y despliega su mirada nada complaciente sobre los resultados de esa revolución. Se alinea en una lucha de intereses comunes junto a Moreno, Belgrano y otros patriotas que no vieron recompensados sus ideales y sacrificios sino con sinsabores.

El guión arranca en 1812, año en que Castelli ya está prácticamente mudo por un cáncer de lengua y es juzgado por un tribunal que cuestiona su proceder en la historia reciente. El héroe ha caído en desgracia y está afectado físicamente en la parte de su cuerpo que fue más brillante. La narración se organiza desde este personaje cuya fortaleza parece desmoronarse frente a intrigas de enemigos internos. La película está vertebrada a partir del juicio de un tribunal con jueces de pelucas tan ridículas como impecables, que vierten acusaciones injustas de las que lo defiende su joven compañero de lucha, Bernardo de Monteagudo. La historia va y viene entre 1806 y 1812, con recuerdos de las invasiones inglesas, la contrarrevolución de Liniers, el cabildo abierto del 22 de mayo, el primer aniversario de la Revolución.

La progresión de la novela no es lineal, en la película tampoco, ya que se inicia con Castelli viejo, enfermo y cuestionado, pero intenta un seguimiento más ordenado que el caótico fluir literario. El largo monólogo se transforma en diálogos con otros interlocutores y en el desarrollo de situaciones que en la novela apenas están insinuadas pero que permiten crear momentos de mayor epicidad, indispensables para la trama cinematográfica que por momentos acusa el peso de una retórica que luce acartonada.

La lucha de estos hombres tiene muchos puntos en común con los revolucionarios de todas las épocas. La película los trae al presente, convertidos en hombres de carne y hueso que se indignan y se conmueven hasta el llanto, no tienen los uniformes impecables, insultan y maldicen a la par que pelean.

En el perfil de estos revolucionarios cabales que marchan al silencio o al exilio, está muy remarcada una ética heroica y trágica en el sentido que Gramsci llamaba “pesimismo de la razón pero optimismo de la voluntad”. Así, estos héroes asumen un destino de perdedores en ese sueño incesante de ideales, sin jamás resignarlos, aunque -como señala Castelli un par de veces- la revolución no tenga el encanto de un ramo de flores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Adela Hache
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