Salvando las distancias es un título que ya lleva una semana en la cartelera española y la verdad que poco hay que destacar de su breve planteamiento, con un sin fin de oportunas e inoportunas escenas en las que sus protagonistas intentan lucirse sin llegar a nada concluitivo. A parte de intuir lo que se puede esperar de una cintal de tal calibre, Salvando las distancias queda de nuevo como viene siendo otra comedia romántica más del montón, suponiendo que de romántica tiene poco, más bien casi nada.

Garret es un chico que intenta buscar algo más en sus relaciones a pesar de sus continuos fracasos, mientras que Erin tiene su vida amorosa algo aparcada y todo se centra en el aspecto profesional. Todo cambia cuando estos dos jóvenes se conocen en la ciudad de New York donde pasan un mes lleno de amor. Después de un mes super intenso para ambos, tendrán que separarse por motivos de trabajo, ahí empezará algo nuevo para los dos, una relación que marcará o no su estabilidad más adelante.

Con unos minutos de inicio algo divertidos, se espera que la película ascienda y abarque o tire hacía algo más cualitativo. Lejos de eso, apreciamos con claridad o al menos eso nos hace ver su directora la presentación de los principales personajes mostrando el particular dia a dia de cada uno de ellos. Sin poner mucha esperanza pero deseando que llegue a un punto más álgido, el guión se queda estancado y se vuelve a caer en el convencionalismo de siempre. Escena graciosa por aquí, comentarios más naturales que de costumbre pero con el mismo fin y algo indicativo, lo que esperabamos sigue igual después de los primeros treinta minutos. A favor de Nanette Burstein, directora más experta en teleseries que en el propio cine, hace de su película un claro reflejo sobre lo que contrae el tener a tu pareja lejos de ti. Ahí no lo hace nada mal y da con la tecla para que el mensaje que quiere explicar sea bien acogido. Otro voto a favor es la naturalidad con la que se ha trabajado en cada diálogo aunque no sea lo más original pero sorprende al fin y al cabo. Sin embargo no saca el mayor rendimiento a unos actores que van de más a menos por el simple motivo de que la cinta según va llegando a su desenlace no transmite nada nuevo.

Si Justin Long y Drew Barrymore se comprenden en la vida real como dentro de la pantalla, puede que su romance tenga muchos años de vida. Entre ellos se nota que exíste química y que se conocen perfectamente, el problema aparece cuando los dos tienen que dar más de sí mísmos y terminan por salir algo perjudicados de sus interpretaciones. Su dueto funciona pero su manera de expresar las emociones y la personalidad de sus personajes en todo el metraje, acaba por hacer que pensemos que estos dos actores han bajado su rendimiento últimamente.