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España España · Pamplona
Voto de Telefunken:
7
Drama Benny es un chico de 14 años de buena familia. Sus padres intentan compensar la falta de cariño hacia su hijo regalándole un estupendo equipo de vídeo. Obsesionado con el uso de su nuevo juguete, graba cómo sacrifican a un cerdo con una pistola, escena que lo incita a cometer un acto salvaje. (FILMAFFINITY)
7 de diciembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo no guardar en la memoria el mismo sentimiento de asco y horror, el mismo desconcierto que en mí produjo la escena de 'Benny's Video'; y eso que me escudaba con el fueracampo de Haneke y con mi propio fueracampo de espectador traumatizado que necesita mirar a otro lado.
Shocks de semejante calibre acontecen en el tiempo pausado de la película, concebida a modo de trinchera de la que uno sale al observar la cabeza ensangrentada, trinchera a la que regresa para -en la compañía de los planos fijos rutinizantes- tratar de articular los pensamientos derivados de la contemplación de la aséptica masacre.
Michael es un cineasta moderno que nos obliga a perseguir certezas, a zafarnos del golpe y encontrar por el pasaje oscuro una brecha de luminosidad. Otros cineastas habrían optado por un protagonista sencillamente malvado, el demonio que tranquiliza al espectador mediante la asignación fácil de categorías ontológicas y morales.
Al principio, en Benny, atisbamos la gestación de un mal bicho, socializado no por exceso sino por defecto. Los minutos se encargarán de corregir lo que a todas luces es una percepción equivocada: en Benny está la sociedad, y está en plena erupción.
Sin embargo no hay menos comodidad -que la del maniqueísmo cinematográfico- en esa otra asignación por la cual nos explicamos toda la problemática de la película aludiendo a una Austria negra y sentenciando algo como "Haneke aborda el alma austriaca", punto final. A mí francamente Austria me trae sin cuidado. Pero sí que me hiela la imagen en la que un niño bordea la muerte, como pisando de puntillas las rocas que dan al acantilado. Estamos -por vía de abducción- ante una historia de cómo la habituación a la violencia -en el contexto de los años noventa, las cintas, la opulencia y la desatención- abre la puerta al morbo de la agresión y las vísceras, y de cómo, llegado ese punto, rebosante de munición, un mero movimiento se convierte en gatillo.
Telefunken
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