Película que trata de llevar al límite los sentimientos de los protagonistas, una diva de la ópera y su hijo adolescente, logrando dibujar en su camino una relación donde la autodestrucción y los deseos se esconden bajo un manto de apariencias.

Tras la muerte de su marido, Caterina decide partir con su hijo hacia Italia, país en el que conoció el más alto éxito como cantante de ópera. Una vez allí, mientras su madre alcanza la cumbre con sus interpretaciones, Joe cae en los abismos de la heroína. La vida de ambos cambiará cuando la madre descubra la dependencia del hijo, momento a partir del cuál su relación huye de los cánones sociales.

No podemos hablar de La Luna como una película de incesto, como se ha dado en afirmar. Simplemente el autor somete a sus personajes, dotados de una personalidad y experiencias singulares y propias, a una relación de amor y admiración mutua titánicas en la que la única constante es la tensión, trascendiendo de este modo su relación como madre e hijo.

En sus más de dos horas de duración, Bertolucci sabe mantener constantemente el interés del espectador, mediante una trama que se va descubriendo a si misma como un viaje al corazón, de donde surge su razón de ser, a través de bellos paisajes formados por la música, la pasión y el dolor de sus protagonistas, sin perder en ningún momento la fuerza visual que le caracteriza.

Realmente hablar de esta película es difícil. No es una película de acción, no es una película emocionante, no tiene tensión, ni tiene ritmo... y aún así me ha parecido una obra maestra. Pocas son las historias que logran recoger por completo lo que quieren transmitir, sacrificando en este proceso otra serie de cualidades quizás más atractivas a primera vista. Esta película lo hace. Y consigue realmente transmitir pesimismo, impotencia y desesperación. Logra dibujar lo que debieron sentir realmente los que vivieron aquello, alejándose de la mitificación de los conflictos que suelen hacer las películas bélicas. No soy crítico de cine, odio estudiar los planos y las secuencias y me parece ridículo aprenderme un diálogo de memoria. Pero sé cuando una película me gusta porque me impacta en el pecho y se me queda grabada en la retina. Y esta lo ha conseguido. Y mucho.

Excalibur es una buena película. Con sabor a sobremesa de domingo.

En ella Merlin, un viejo trastornado disfrazado de Terminator, mete berridos desde las alturas a un Arturo sin planta ni personalidad para empuñar la espada que da nombre a la cinta y que parece extraída de Star Wars, junto a las armaduras retro-iluminadas tunning última generación que portan los caballeros. Mientras, Lancelot y Ginebra, interpretados por unos actores porno, duermen desnudos en el bosque; Morgana, que es como una Alaska pero sin tetas, corretea por el medio haciendo un poco de todo y Morded... nunca habréis deseado tanto meterle una colleja a alguien.

La dirección es un tanto lamentable, aunque nada que no pueda disculparse si tenemos en cuenta que la peli es tan vieja que bien podría tratarse de un documental sobre el tema. Con una estética rollo destape (mucho desnudo innecesario), es como si estuviese estructurada en capítulos, pues hay unos saltos temporales considerables sin transición alguna (pa' qué, si todo el mundo se sabe la historia). La acción se arrastra a través de planos confusos (la mayor parte de las veces demasiado cerrados, el resto demasiado abiertos), entre escenas que sobre todo en la segunda parte de la cinta parecen ideadas por un pastillero fan de E.T.

La banda sonora es muy acertada, épica, pero no iban a poner a los Beatles. No puede evitarse, eso sí, la sensación de que tienen un poco roto el cassette, que se arranca cuando no debería, enmudeciendo cuando más es necesario.

Lo dicho, una buena película con sabor a sobremesa de domingo. Esos domingos en los que te levantabas del sillón preguntándote, luego de tres horas de peli más anuncios: ¿Y no podría haber gastado en otra cosa mi único día libre?

El mayor atractivo de esta película reside en la originalidad de su propuesta. La reivindicación del movimiento skinheard inglés, emparentado con el punk, como una cultura. De esta forma durante los primeros compases de la película se nos presentará, al ritmo de una banda sonora realmente muy muy bien escogida, un grupo de skins enrollados, por así llamarlo, que integran al protagonista, un niño de 12 años con problemas de autoestima. Levantan tal simpatía que cuando acaba la película uno tiene ganas de raparse la cabeza y vestir como ellos.

En contraposición, pronto aparece en escenario el skinheard malo. De su mano llega la política y la violencia, que aparta a algunos y atrapa a otros. A partir de aquí la historia se diluye, dando paso al mensaje, que queda patente en los últimos compases de la película. El odio viene de la envidia, la impotencia y la inseguridad, y se aprovecha de este tipo de movimientos juveniles para manifestarse. Esto queda plasmado en que el skinheard bueno es majote y tiene una novia guapísima, y el skinheard malo es feo, sexualmente frustrado y su padre le atizaba.

De hecho estamos ante una peli muy sencilla y gráfica, que entremezcla magníficas canciones y escenas de la era thatcher y no quiere llegar más allá. Huye de dramatismos ya muy manidos, planteando una óptica cálida y original. Sin embargo, peca un poco de efecto fotografía, el de una historia estática, un mensaje muy bien expresado, pero que no deja de ser eso y no un argumento. De todas formas te deja una sonrisa en la boca y un recuerdo amable.

Mi nota? 7.5/10

Si tuviese que definir esta película en una palabra, esta sería bella. Si tuviese que definirla con dos, serían bella y ligera. Si con tres, bella, ligera y sobrevalorada. Con cuatro: bella, ligera, sobrevalorada y absurda.

Los méritos del señor Kar-Wai son muchos. Pero si olvidamos circunstancias subjetivas, este producto se sostiene en una decena de frases de esa poética oriental que embelesa, un innovador manejo de la cámara y los dos caracteres femeninos, absolutamente fascinantes.

Y no es suficiente. La película trata sobre dos romances sin conexión alguna, dos partes independientes que nada se aportan, quedando además la primera desaprovechada totalmente, como si fuese una introducción a la segunda, que por otra parte tiene un ritmo pésimo. Y con esto último me refiero a que a nadie le interesan 15 minutos de metraje rellenados con una chica limpiando. Con la misma canción (de los cojones) de fondo.

No hay argumento. Así que cuando aparecen los créditos uno se pregunta qué coño le han intentado narrar ahí. Si ha asistido a un mero ejercicio visual. A un lo hago porque puedo. Todo esto es obvio. Pero claro. Si la apoyó Tarantino, tiene que ser buena. Porque Tarantino es Dios (yo también lo creo, que conste).

La conclusión en el spoiler: