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México México · Ciudad de México
Críticas de Patricio Escartín
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
3
13 de septiembre de 2022
64 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
En primer lugar no sé si tenga el derecho de valorar toda la obra a partir de un sólo episodio visto. Hasta el momento, solamente se han emitido tres episodios, de los cuales únicamente vi el primero. Sin embargo, no pienso ver ningún episodio más de lo que le reste ha este desafortunado y mediocre producto capitalista, así que mi opinión será únicamente a partir del capítulo 1.

El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder (2022) es, sin lugar a dudas, un intento más de lucrar con obras de la literatura que por su genialidad, amor y entrega, fueron un éxito. Yo diría incluso, que es un claro ejemplo, casi de cátedra, de en que posición política y económica se encuentra el mundo del entretenimiento actualmente. Los Anillos de Poder es una serie de 5 temporadas hecha a partir de un librito de no menos de 250 páginas que además, ni siquiera está escrito como novela, sino como un apéndice lleno de árboles cronológicos, líneas del tiempo y maneras correctas e incorrectas de pronunciar algunas palabras. Como dije, los apéndices no son ni siquiera una novela como El Hobbit, El señor de los anillos o El Silmarillion, es en realidad, una guía para una lectura más especializada. Sobre este libro, es que Amazon usó el nombre de Tolkien para explotar uno de los fandoms cinematográficos más lucrativos de los últimos años.

Pero en realidad, de Tolkien y su universo tan basto y complejo, solo tiene algunos lugares y nombres. Lo demás, es una manera cínica, capitalista y descarada de Amazon de decirnos a la cara que lo que importa es hacer dinero. Nada de lo que se ve aquí respeta o busca respetar lo que está adaptando, porque ni siquiera como adaptación funciona. Todo ha sido una excusa para hacer más dinero.

Así que, partiendo del principio de que no existe como adaptación, hablemos de la serie como tal: que tiene que ofrecer, de que patas cojea y porque incluso, ignorando todo lo que se ha dicho de elfos negros y enanas sin barba, es un mediocre y flojo producto del streaming.
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Patricio Escartín
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6
21 de enero de 2022
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta hermosa en el apartado visual, con su monocromático blanco y negro y sus composiciones pictóricas, sobretodo por el gran manejo que la película hace con sus claroscuros. Por momentos, recuerda a Bergman y a su minimalismo, pero sin alcanzar la potencia emocional de éste, y es que ese es el mayor defecto de The Tragedy of Macbeth, que a pesar de su gran dirección de actores, la película se queda a medias por la decisión de que los parlamentos sean recitados como si se tratara de una obra, como si fuera el texto original de Shakespeare. Si bien, Coen crea un mundo atmosférico aparte que está muy lejos de ser la Inglaterra de antaño, la manera tan rebuscada de hablar y sobretodo de asomar el subtexto es lo que vuelve el film un tedioso juego de aguantar lo que se viene, pudiendo haber sido algo mucho más interesante.

Pareciera que Joel Coen no entendió el sentido de "adaptación" y lo que la palabra significa, o lo entendió parcialmente, porque si bien muestra un cast etnodiverso y un reino sacado más de un mundo psicológico que histórico, pero el texto se queda casi igual, y entra el debate en cuestión de que tan vigente es el texto de Shakespeare a la hora de asomar el mundo psicológico de sus personajes mediante al diálogo. Es una pena por todos los méritos visuales y técnicos que tiene la película, y porque al final Denzel Washington y Frances MacDormand son excelentes actores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Patricio Escartín
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7
29 de enero de 2022
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ninja Thyberg estudió el género y las representaciones de la mujer, además de hacer un cortometraje con el mismo título y temática: Pleasure (2013). En una entrevista realizada por El País, aclaró que entró a su estudio de la pornografía con muchos prejuicios, pero que poco a poco descubrió tanto las sombras como las luces de la industria. En Pleasure (2021), eso es lo que vemos. Posiblemente en nombre de la denuncia social sería muy fácil caer en los estereotipos, pero Thyberg entiende muy bien la humanidad detrás de todo y que en la industria hay tanto gente buena como gente mala. Por ello entrega una historia con personajes matizados, tanto los amigos que apoyan como los directores y actores violentos, que solo buscan el dinero.

En forma, la película es naturalista pero efectiva y propositiva cuando necesita serlo, sobretodo desde el principio en el que, mientras pasan los créditos iniciales oímos a actores porno teniendo sexo y diciendo diálogos genéricos de películas porno. Esta manera de comenzar nos introduce al tono (elevado y realista) del film; Thyberg nos dice que esta no será una película en donde desvíe la cámara, sino que la dejará lo que sea necesario y sin embargo, el film es tan autoconsciente de no enaltecer la pornografía. La dirección de Ninja es muy pulcra, porque generalmente cuando se denuncia algo, caer en lo contrario (la exaltación de ese algo) es muy sencillo y peligroso, para muestra ver Saló, o los 120 días de Sodoma (1975). En Pleasure Thyberg es más inteligente que hacer una película de denuncia, y ofrece su interpretación de la verdad, lejos de moralismos o prejuicios. Cuando hay escenas de sexo no vemos el acto, sino que todo se ofrece desde una mirada subjetiva, la mirada femenina, la mirada de Linnéa (Sofia Kappel) nuestra protagonista. Esta mirada no es una mirada erótica, tampoco es una mirada pornográfica en donde el morbo y la sexualización esté presente, sino que es una mirada realista en donde vemos como es todo detrás de cámaras. Los actores se conocen unos momentos antes de grabar, el director "dirige" y le da unas cuantas indicaciones a los intérpretes, un camarógrafo con una cámara no mayor a una DLSR o una XDCAM graba con cámara en mano, mientras el director mira.

"¿Estás aquí por negocios o por placer?" pegunta el hombre. "Por placer" responde ella. Con este diálogo empieza la película, solo que en un contexto muy diferente al del resto de la película: un aeropuerto. Al final, placer es lo que menos hay en la película, solo una inalcanzable búsqueda de la fama, del éxito. Bella (Linnéa) no está por placer como realmente dice estar, está por el éxito, por el prestigio, por ser "la mejor". Pero la industria matizada de Thyberg nos muestra lo difícil y unilateral que es ser la mejor: solo hay un camino, ser capaz de hacer "todo, todo". Y en este limbo, en dónde "No tienes que hacer nada que no quieras" se mueve Bella, en donde nadie la obliga, en donde no hay violencia aparente, pero todo es violento, todo es dominación. No es casualidad que los únicos directores que se preocupan por Bella y su bienestar sean mujeres, en un mundo masculino donde las mujeres son un objeto y donde la satisfacción masculina, la dominación y la violencia explícita y simbólica domina. Y a pesar de eso, Thyberg no cae en la caricaturización de lo que quiere decir, ni tampoco en un panfleto feminista. Simplemente es, la reflexión, el juicio moral es individual, pero no te deja indiferente, aunque sería casi imposible con escenas como la segunda experiencia de sexo rudo de Bella, más parecido a una película de terror que a lo que esperarías de una experiencia profesional.

Eso sí, se necesita tener estómago para verla.
Patricio Escartín
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6
11 de enero de 2022
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente, ¿Qué vemos cuando miramos al cielo? (2021) es una de las películas más mágicas del 2021. La dirección del georgiano Alexandre Koberidze, es en todo el sentido de la palabra, autoral, individual, personal, pues la película atraviesa varias capas de diseño estético-temático que responden a su búsqueda por transmitir algo mas allá de la pantalla.

El film, seleccionado en el Festival de Berlin de 2021, está muy estilizado, pero sin caer en un exceso, es decir, pese a sus planos casi pictóricos, nos encontramos ante un relato sencillo que goza de esa misma sencillez para trasmitir un sentimiento similar a la calma, a la paz y a la mas inocente de las contemplaciones: vemos lo que vemos no por el morbo inherente en sus imágenes (al estilo de Salò, 1975, por ejemplo) ni tampoco por su pronunciado dramatismo, sino que en la más pura de las formas del espectador, nos encontramos viendo lo que vemos como si fuéramos niños que imaginan un cuento.

Es verdad que en el mundo presentado por Koberidze, hay cierta ingenuidad que ignora los problemas del mundo, pero no es requisito del cine abordarlos en cada expresión fílmica, ahora si que como Michael Haneke dijo alguna vez: "Solo el cine comercial puede pretender resolver los problemas del ser humano en dos horas". ¿Qué vemos cuando miramos al cielo? entiende esa limitante y comprende que el arte solo puede abrir paso a otras interrogantes, y es desde su posición de modestia que plantea una historia más similar a una fábula que a una novela, en donde dos enamorados se ven separados por un encantamiento que los llevará a conocerse sin saber que se trata del otro.

Por ello, la película es casi fantástica; estamos ante una Georgia (país que además de pequeño, es casi desconocido) en donde los perros ven el fútbol, el viento habla, hay males de ojo y encantamientos de amor y aún así, todo resulta tan natural y tan poético (entendiendo poético como analogía de la expresión estética sin intencionalidad netamente narrativa). Las imágenes caracterizadas por estar filmadas en "la hora mágica" hacen de la belleza visual de la película algo casi atemporal, como si casi siempre fuera un verano cálido, algo que además de cumplir con la belleza visual del film, crea una atmósfera única, como si se tratase de un pueblo capturado en el tiempo.

Si bien, es cierto que es de lo mejor del año, como detrimento, el ritmo lento y a veces, la falta de conflicto, puede ocasionar que uno como espectador pierda el foco de la historia y además, se genere como espectador cierta distancia emocional con sus dos protagonistas. De todas maneras, hablamos de una propuesta que por la naturaleza de sus postulados, será indudablemente aburrida para algunos, aunque bella para otros. Yo no la encontré tan fluida como el cine de Franco Piavoli, cineasta al que Koberidze se asemeja, pues en sus películas hay un retrato (semi-documental casi siempre) poético y naturalista, muy mediterráneo casi tan parecido como la propuesta del director georgiano, aunque ciertamente con mucho mejor ritmo y con mayor interés en lo que propone.

Al final, la belleza de esta película radica en su visión de las personas, de los niños, del pueblo como colectivo que se reúne a ver el fútbol, de la inocencia, de la rutina, de la simpleza de la vida. Por eso y más, vale la pena ver esta película, partícipe además, de una nueva ola de cine en uno de los países más pequeños pero no por eso menos interesantes de Europa.
Patricio Escartín
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7
3 de agosto de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La manera de mostrar un tema tan actual como el costo de la vida de influencer es magistralmente mostrado por Magnus Von Horn, sobretodo por la sabia decisión que toma su realizador a la hora de la puesta en cámara, a través de una cámara en mano que le da vertiginosidad a los movimientos y un uso del zoom que aprisiona en primerísimos primeros planos a Sylwia (Magdalena Kolesnik), una joven y exitosa entrenadora que pese a su reconocimiento vive una vida marcada por la soledad. La película de Van Horn es vigente por la crítica que realiza, pero más allá de solo criticar el costo de la fama, la historia va más allá y nos hace empatizar con un personaje que es presa de un sistema social moralmente torcido; la felicidad del éxito será contrastada con la falta de amor y la perversión del acosador con la caridad humana. Por ello, el film no se queda en un retrato moralista de la realidad, sino que viaja a través de contrastes y ambigüedades presentes en la compleja realidad social producto de las redes sociales. No es una película que busque criminalizar a un grupo selecto, ni desprestigiar la labor de aquellos que se dedican a las redes, sino que más bien solo muestra sus vidas y cómo éstas se mueven como resultado de una escala moral corrompida. Temática y dirección se cuecen de manera armónica, siempre con una gran muestra de cómo llevar a acabo la externalización de la emoción interna por la qué pasa Sylvie. De lo mejor de 2020.
Patricio Escartín
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