Quizás, además de la buena ambientación del espacio literario-cinematográfico, sea el guión de este film una de las grandes aportaciones a la historia del cine. Para actuar y trasmitir una historia totalmente comprensible, esta película nos muestra que no es necesario doblaje alguno.

Aunque el argumento se circunscribe a Salem, a las injustas y alocadas a ejecuciones por la falsa acusación de brujería, bien sirve este ejemplo para ilustrarnos sobre la locura colectiva que tanto abunda en nuestra sociedad actual.
Es esta locura colectiva lo que alimenta las posturas fascistas en todos los ámbitos de la sociedad: En el fútbol, en la política. Es una película higiénica que nos ayuda a comprender ciertas actitudes de las masas, hoy la caza de brujas se continúa dando en muchos ambientes con la mayor naturalidad y con el beneplácito de nuestra actitud hipocrita. Sirva como ejemplo la persecución desatada contra los consumidores de tabaco: los fumadores.
En cuanto a la película destacar la buena estructura del guión, la tensión que trasmite y el buen hacer de los actores, destacando el papel que ejecuta Winona Ryder. Destacar también la buena ambientación del espacio narrativo y la fidelidad a la historia real, donde la llamada justicia asesinó legalmente a 13 personas inocentes. Injusticia que, aún hoy, en pleno siglo XXI seguimos padeciendo.

No esperaba nada bueno de esta película y, confieso, que me senté frente a la pantalla con muchos prejuicios.
Sin embargo, debo reconocer que la película es francamente entretenida, coherente con la obra maestra “EL SILENCIO DE LOS CORDEROS” de la que quiere ser un prólogo y nos explica los hechos que condujeron al malvado Hannibal a convertirse en un caníbal.
Peter Webber que ya me sedujo en “LA JOVEN DE LA PERLA“, lo borda y cabe destacar la gran fotografía con la que nos deleita durante toda la proyección Ben Davis.
Los actores, y muy especialmente Gaspard Ulliel están a la altura del papel que se les encomienda.
En definitiva, esta película aunque no está a la altura de su predecesora “EL SILENCIO DE LOS CORDEROS” tampoco la desluce. Un notable raspado es mi calificación

Tras de leer muchas críticas ensalzando –o más claramente habría que definilo como adulación- esta película, me atrevo por primera vez a alzar mi voz de disconformidad en este espacio. Desde el punto de vista narrativo el argumento no se sostiene. Es aburrida y obsesivamente reiterativa en las escenas, le sobran más de diez minutos. El desenlace es más que esperado: obvio.
En cuanto al contenido, imagino, que es del gusto de la manada: demagógico y maniqueo. Nos muestra una imagen del continente africano muy distante de su realidad, los malos, no podía se de otro modo, son los todopoderosos y omnipresentes europeos, pero nada nos dice de la realidad africana: sus gobernantes corruptos, sus guerras civiles, las hambrunas, las lapidaciones, las influencias religiosas en la extensión del sida… Ya que ha querido recrear una escena en Sudán, podría haber aprovechado para mostrarnos la realidad de los millones personas desplazadas en ese país y que mueren a miles diariamente por el fundamentalismo religioso de sus gobernantes.
Y para mayor engaño, todo el argumento se basa en una falacia: Moriremos en breve uno de cada tres ciudadanos por mor de la tuberculosis. ¡Venga ya!
El cine como la literatura es ficción, pero para ser cine o ser literatura debe tener verosimilitud y, desgraciadamente, esta cinta carece de la más mínima verosimilitud.

Hoy he ido al cine, he visto el documental “Arte al Agua” y me ha emocionado hasta tal punto que ha habido un momento en que no he podido contener las lágrimas.
He revivido pasajes de mi infancia ya olvidados y he recordado a mi padre, a mis abuelos, a todos mis antepasados hasta donde alcanza mi memoria. Sin escenas artificiosas, con el dramatismo de la vida tal cual era, en este documental nos trasmite la realidad en la que hemos vivido en Trintxerpe, la tragedia cotidiana en la se desarrolló nuestra infancia. Jovenes madres de luto perpetuo, padres con los que conviviamos unos días al año, los embates del mar que arrugaban sus rostros, el frío, la radio costera, nuestra alegría al bajar al muelle a esperar a nustros padres y, tambien, la fiesta cuando arribaban a casa.