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España España · Madrid
Críticas de Melmoth
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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
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27 de julio de 2009
54 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Santo Dios! ¡Qué cosa más mala de película! ¿A qué pobre diablo se le habrá ocurrido producir, dirigir o interpretar este bochornoso bodrio, deslavazado y aburrido a manos llenas? No quisiera ser despiadado, pero decidan si no ustedes cuando vean a un tal Alberto Amarilla en casi todos los planos y escenas sin contar nada, con una vocecita ridícula, procurando hacernos sentir miedo o estupor cuando no pena.
Un tanatoscopio (averigüen qué coño es este aparato del siglo XVI y para qué sirve y sabrán de qué va la película de las narices o de los ojos, en este caso) da pie a unos insensatos a creer que se puede retratar el momento último de la muerte (de los otros, no vaya a ser que las preclaras mentes científicas se pierdan por hacer experimentos consigo mismos); un frágil alumno -de fotografía y cine, supongo, en una universidad que no queda claro si es inglesa, americana o europea- que responde al apodo cariñoso de "Calavera" por su tez blanquecina y lechosa, empieza a ver muertos por doquier (en realidad son dos los muertos, y el doquier son los interiores de la venerable institución docente y sus aledaños)... y no busquen más, porque el tal "Calavera" se pasa los 90 largos minutos poniendo cara de haber visto dos merluzas preparando una lubina al horno... ¡Dios, y la música, qué música, quién es el músico que me lo cargo!
Una cosa les pido a productores de cine: Eviten, en la medida de lo posible, las coproducciones. Ésta que es de Italia, España e Irlanda (tres países católicos por excelencia, y, por extensión, y con un cine a ratos talentoso, casi siempre, pesado y con mucho pasado), no es para descrita. Salí de la sala de proyección (mi casa) bostezando, como se suele, con ardor de estómago y una mala hostia sin consagrar que para sí quisieran los adoradores del diablo.
Ni la vean, ni se molesten... y si lo hacen, no duden en escribir una crítica aún más ácida, si cabe, que ésta que acaban de leer. Saludos
Melmoth
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4
22 de enero de 2010
45 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada es tan rotundo como un criterio... pero esto es una crítica. Y mala.
Mis intenciones, cuando entré a la sala, era buenas y no pasaban de ser algo ingenuas y torpes, a la espera de otra gran sorpresa del director alemán y sus "divertidos juegos" visuales. El nombre de Haneke se escuchaba con respeto y admiración, y cierta reverencia icónica. Pero, transcurridos algunos minutos, desenfocado por el blanco y negro inmaculados, los planos largos y los ángulos traviesos y atravesados, empecé a ser presa de un aburrimiento que no recordaba ni cuando mis padres me obligaron a presenciar la "Medea" de Montserrat Caballé hace ya unos cuantos años en Mérida.
Las metáforas en el cine no funcionan igual que en la literatura; tanto es así que cuando uno quiere decir algo hermoso de la boca de su amada recurre a expresiones como "fresas salvajes y letales, veneno para mis ojos" (sí, lo sé; la amada se me escapó con un atleta de pocas palabras y músculo ubicuo); pero si ese mismo (es decir, yo) pretende hacerlo con imágenes en movimiento (no mucho, para qué engañarnos, en el caso de Haneke) y saca fresas salvajes en lugar de la boca jugosa y sensual de una joven, en un semiplano estático, el fracaso es estrepitoso y te surgen atletas por todas partes, como sabañones en las orejas en los fríos inviernos o como troyanos y otros virus griegos que te dan por el hanoi cuando abres lo que no debes en tu e-mail (metáforas de variado culo para que vean que no he mejorado como poeta).
"La cinta blanca" funciona dentro de un contexto pseudohistórico para explicarnos qué sucedió y por qué en la Austria de primeros de siglo XX y las cosecuencias posteriores que todos conocemos. Para ello se vale de un grupo de muchachos (nazis en potencia), hartos de la tiranía de sus padres y de una sociedad feudal, triste y angustiada, dedicados en sus ratos libres a matar o a dejar medio muerto a todo aquel que representa la alta burguesía ramplona y perezosa, violenta pero cobarde, religiosa pero injusta, limpia pero viciosa. Y todo ello a la velocidad del caballo del Malo, o, si lo prefieren, a la de los lentos y sabios movimientos de la Muerte en "El séptimo sello" del gran Bergman, que yo también voy de culto y refinado.
En resumen, un verdadero peñazo. Más de dos horas sin sentir algo parecido a una emoción que no fuera la desesperación. No ocurría nada, y cuando lo hacía, te cogía desprevenido (y no porque contuviera grandes momentos de suspense, sino porque estabas mirando a otra parte, o con la mente en blanco, o pensando en los pechos de tu primera novia, que no fue, ni con mucho, la de los labios de fresa).
Créanme: esto, aunque se considere cine, es, en toda regla, una batallita intelectual de medio pelo cámara en mano y un público muy dispuesto, y con miedo a parecer tonto del culo si se le ocurre decir lo que piensa de verdad. No hay más que leer las críticas de este 'site'.
Por una vez, diré basta y "NO A HENEKE". Vaya tostón chorra y facilón.
Melmoth
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4
29 de enero de 2009
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De verdad se puede hacer todo eso con un coche? Vean la película y lo sabrán de sobra. De paso, se quedarán alucinados, por no decir, idiotizados (sobre todo con unos diálogos de tomo y lomo, que, de haber sido muda, la cinta hubiera ganado muchos enteros). Emulando (no es publicidad subliminar, lo juro) al cine de acción más americano que imaginar se pueda, los franceses apuestan por una mezcla europea muy variopinta, con resultados más o menos soportables, Megaton (el apellido se las trae, el condenado) realiza un trabajo más que sobresaliente (las escenas de acción son realmente buenas, impactantes y, en ocasiones, bien traídas). Statham, salvo cuando trabaja con Guy Ritchie, está donde debe, haciendo lo que sabe (tipo duro, de gestos parcos, casi imperceptibles, hostias de giróvago cabreado y un sex-appeal recóndito, muy sui-generis, y, eso, a lo suyo, que es muy suyo). La joven pecosa, ucrania o rusa, eslava cuando menos, la Rudakova llega a poner de los nervios al más templado. Hay escenas que a uno le dan ganas de atiborrarla a pastillas para que se duerma, y lo de llorar con el rimel derramándose por las mejillas no es para descrita. El resto, para entretenerse, pasar un buen rato y olvidarse de que uno la ha visto (sobre todo, si se mueve en círculos pedantes y pseudointelectuales), tal y como yo he hecho con las dos precedentes. Saludos
Melmoth
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6
23 de enero de 2010
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí, que me hubiera gustado vivir en Nueva York, donde residí apenas un año, hace ya muchos, Staten Island me resultó siempre anodina en comparación con los otros 'hoods' de la Metrópoli. No obstante, cuando iba, por motivos que eludiré mencionar, tenía un no sé qué de barrio olvidado, y no por sucio o maloliente, más bien era de esos lugares a los que uno se acostumbra pero no se fija en ellos y pasan los años y no sabe qué ha cambiado o por qué o cómo. Eso es Staten Island. [Si no he logrado explicarme bien, acudan a la bendita Wikipedia o pregunten por ahí, coño.]
En cuanto a la película (perdonen el arrebato intimista) es un cuento, a la manera de "Historias de NY" o "Los chicos de Scottboro ", sin grandes ambiciones, modesta en las formas (planos sencillos, diálogos sólidos, aunque poco interesantes o ingeniosos, interpretaciones previsibles -salvo de Cassel, viejo actor de notables y tiernas facciones- y desenlace algo agotado por muy usado), y, en el fondo, historia fofa, sin músculo ni nervio, que se deja ver con cierta desidia y complacencia (por no decir, displicencia).
En caso de equivocarme, pueden reclamar a la SGAE (muy de moda hoy, pues no hay quien la calle, la muy...), pero, creo, sinceramente, que acabará en las sobremesas de los fines de semana en alguna cadena fusionada, como mucho en 'late night' de un domingo cualquiera en TVE-1, eso sí, sin anuncios.
No pierden mucho si van a verla, tampoco ganarán gran cosa. El olvido tiene estos vaivenes. ¡Qué le vamos a hacer!
Melmoth
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2
21 de enero de 2009
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
No nos engañemos: Muccino sabe hacer películas, como yo sé se hacer arroz a la cubana. Es comestible, pero todos preferimos un arroz a banda o rissotto o la mismísima e indiscutible paella. Con "En busca de la felicidad" me pasé toda la película, preguntándome cuándo se suicidaría el inefable Príncipe de Belair (con perdón, reconozco buenas interpretaciones en alguna que otra escena) o cómo diantres se sobrevive con el mismo traje, el mismo no trabajo, el mismo jodido artefacto que nunca se vende y con el mismo y encantador niño. Con este pastiche de "Siete almas" me he preguntado otras cosas, que no compartiré aquí en filmaffinity por ser pudoroso con el lenguaje y, sobre todo, para que me permitan publicarla. Quizá lo más gratificante sea la mortal medusa en la bañera haciéndole un favor al jeremías Smith, es decir, haciendo lo que en la fábula del escorpión hacía éste con la tortuga, a saber, matarla. Original suicidio es, no me negarán. Espero, por nuestro bien, que dicho animal (hermoso, suave y elegante donde los haya) no se venda en acuarios comunes, porque ya me veo yo algún que otro cantalaurora, quejica y llorón comprando bichos exóticos del tipo rana del Brasil, mambas africanas o, ya puestos, un enjambre de hormigas carnívoras... todo por salir en la página de sucesos o que Muccino haga otra de sus "gaseosas" americanas. Por último, mi arroz a la cubana lo hago con plátano frito y sabe mejor que los 20 primeros minutos del film del italiano y hay quien repetiría mi suculento guiso con tal de no ver los 20 minutos finales. Suerte al próximo despistado que vaya al cine a ver este engendro sentimentaloide. Cuando salga del cine, acuérdese de mí, escríbame y le invito a mi plato favorito y único, de momento, que yo sí sé cuáles son mis límites en la cocina. ¿Los sabrá Muccino en cuanto al séptimo arte de entretener al prójimo? Gracias
Melmoth
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